Las enfermedades crónicas se han convertido ya en el patrón epidemiológico dominante en todo el mundo y esto es debido, fundamentalmente, a algunos factores como las mejoras en salud pública y atención sanitaria y la generalización de estilos de vida poco saludables. Este tipo de paciente, tienen un impacto personal sobre pacientes y cuidadores, además de un impacto económico sobre familias, comunidades y sociedad.
Es por eso por lo que este tipo de pacientes supone un enorme reto ya que no se pueden afrontar desde la perspectiva tradicional de atención individual a las enfermedades agudas y es que la cronicidad exige otro enfoque más amplio, con nuevas variables de actuación que tengan en cuenta la comunicación asistencial, la atención integral, la prevención y el protagonismo del propio paciente.
Según la web MsdSalud, el paciente crónico se puede definir como “la persona que padece una o varias enfermedades crónicas”. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) las define como afecciones de larga duración, de más de 6 meses, con un progresión generalmente lenta y destacan estos cuatro tipos principales:
- Cáncer.
- Enfermedades cardiovasculares (infartos de miocardio y accidentes cerebrovasculares).
- Enfermedades respiratorias crónicas (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica -EPOC- y asma).
- Diabetes.
Lo importante es prevenir y cuidar sus complicaciones
Lo que sí tienen claro los especialistas médicos es que el principal objetivo que se deben marcar no es en sí mismo curar estos procesos crónicos sino cuidar y prevenir sus complicaciones, ya que se trata de procesos lentos en su progresión pero mantenidos en el tiempo y sin posibilidad de resolución espontánea y esto, a menudo, limita la función, productividad y la calidad de la vida de las personas que viven con ellas.
Estos procesos tienen múltiples consecuencias que se traducen, fundamentalmente, en problemas de salud para las personas afectadas e incluso a veces también de quienes les rodean y que van desde los físicos (deterioro funcional) hasta la salud mental (estrés emocional, depresión y ansiedad), pasando por los de carácter social (deterioro funcional social).
Para el paciente crónico, la medicación es la clave en su manejo y, muy en particular en los problemas asociados a su frecuente polimedicación. Así que resulta imprescindible la revisión sistemática del tratamiento para así prevenir y detectar esos riesgos y mejorar la adherencia al tratamiento.
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