El tracto gastrointestinal constituye la principal superficie de intercambio y comunicación entre el medio externo y el medio interno. En un adulto, la mucosa gastrointestinal alcanza una superficie de 300 a 400 mts2, y está dotada de estructuras y funciones adaptadas específicamente al reconocimiento analítico y bioquímico de las sustancias que transitan por el tubo digestivo. Como resultado de la actividad del tracto gastrointestinal, se obtienen dos importantes beneficios: nutrición y defensa1.
Con los conocimientos adquiridos recientemente, se puede afirmar que ambas funciones dependen no sólo de las estructuras propias del tubo digestivo, sino también de la presencia y actividad de las comunidades microbianas que colonizan el intestino2. La microbiota intestinal es un órgano más3, perfectamente integrado en la fisiología del individuo. El tubo digestivo y la microflora son dos elementos funcionales, interdependientes y su equilibrio condiciona la homeostasis del individuo dentro de su entorno ambiental.
El intestino humano es el hábitat natural de una población numerosa, diversa y dinámica de microorganismos, principalmente bacterias, adaptadas a la vida en las superficies mucosas o en la luz del intestino4, 5. el ecosistema microbiano del intestino incluye especies nativas que colonizan permanentemente el tracto gastrointestinal y una serie variable de microorganismos vivos que transitan temporalmente por el tubo digestivo5. Las bacterias nativas se adquieren al nacer y durante el primer año de vida, mientras que las bacterias de tránsito se ingieren continuamente a través de alimentos, bebidas, etc.
Son tres las funciones primarias de la microflora intestinal:
- Tiene funciones de nutrición y metabolismo, siendo el resultado de la actividad bioquímica de la flora, incluida la recuperación de energía en forma de ácidos grasos de cadena corta, la producción de vitaminas y efectos favorables sobre la absorción de calcio y hierro en el colon;
- Funciones de protección, previniendo la invasión de agentes infecciosos o el sobre crecimiento de especies residentes con potencial patógeno, y
- Funciones tróficas sobre la proliferación y diferenciación del epitelio intestinal, y sobre el desarrollo y modulación del sistema inmune1.
Son diversos los procesos que se asocian con los cambios en la composición o función metabólica de la flora entérica1. Diversas enfermedades diarreicas agudas se deben a patógenos que proliferan y tienen características invasivas o producen toxinas. La diarrea asociada a los antibióticos se debe a un desequilibrio en la composición de la flora intestinal con la proliferación de especies patógenas, como lo son algunas cepas de Clostridium difficile, productoras de toxinas que causan colitis pseudomembranosa.
Se han relacionado los hábitos dietéticos y, sobre todo, la disminución del consumo de fibra dietética con determinados patrones de la composición de la microbiota. La pérdida progresiva de la diversidad microbiana durante generaciones en las sociedades industrializadas se ha asociado con el aumento emergente de enfermedades crónicas no transmisibles. La dieta tiene fuertes implicaciones en el desarrollo de enfermedades como la obesidad, el síndrome metabólico, la desnutrición, los trastornos alimenticios, la enfermedad inflamatoria intestinal y el cáncer colorrectal, entre otras. Por lo que, es necesario realizar estudios para identificar biomarcadores, pronósticos relacionados con la microbiota para estos trastornos6.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
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