Los trastornos alimentarios, han aumentado drásticamente en las últimas décadas. Debido a la influencia de la moda, los medios de comunicación y los esquemas impositivos de la sociedad, que afectan deliberadamente la percepción personal y la salud, tanto física como mental, de los seres humanos, pero con mayor frecuencia de la mujer.
Los problemas concernientes a la alimentación y nutrición, son consideradas afecciones de salud mental, graves. Donde la percepción errática sobre la comida y la conducta alimentaria, deben ser tratadas por un grupo interdisciplinario compuesto por médicos, psicólogos, nutricionistas y terapeutas, que indicaran el camino para salir bien librado, sin daños asociativos incapacitantes.
Conducta alimentaria envuelta en peligros para la salud
La Anorexia y la Bulimia, se han convertido en detonantes de problemas psicológicos y dificultades nutricionales, de las nuevas generaciones. Sin embargo, la excesiva preocupación por el peso, la falta de autoestima y la poca aceptación del aspecto físico, han llevado a que aparezcan en el panorama médico otras afecciones relacionadas a la comida, como la Alcohorexia, Ortorexia, Teria y Vigorexia, que muestran el crecimiento acelerado de los trastornos alimentarios en la sociedad, en general.
En México, los trastornos alimentarios son catalogados dentro de los problemas de salud pública, que afecta principalmente a la población entre 13 y 18 años, con un aumento de hasta el 300% en los últimos años. Considerándose como causas plausibles la presión social, los medios de comunicación y las redes sociales, que muestran un prototipo de éxito y fama, ligado a la delgadez. Además, es reportado por las entidades de salud como una patología compleja, que aumenta la tasa de suicidios en el país. (Camara de diputados, 2019)
Cada trastorno amerita un tratamiento particular. Por lo tanto, la supervisión médica, las terapias psicológicas, la educación alimentaria, la sensibilización y la utilización de fármacos, si el profesional de la salud lo sugiere, son alternativas que llevan a tratar los casos de fácil abordaje. Porque, cuando se trata de un desorden crónico se hace necesario un esquema hospitalario que ofrece mayores cuidados y técnicas más estructuradas.
Controlar los síntomas; de comportamiento, como negarse a comer, hacer ejercicio en forma excesiva o aislarse de la familia; físicos, como bajos niveles hormonales, pérdida de peso extrema o fatiga crónica; Cognitivos, como descontrol en los impulsos, irritabilidad o apatía y pensamiento perfeccionista; psicosociales, como temor, inutilidad o baja autovaloración; es el primer paso para volver a tener una salud física y mental saludable.
Evitar daños en los órganos vitales del cuerpo, también es una tarea del personal sanitario, que trata a un paciente con problemas de alimentación. Ya que, puede desarrollar patologías con un desenlace fatal, como cardiopatías, osteoporosis, desbalance electrolítico, ruptura gástrica, pancreatitis, deshidratación severa y perdida dental. Así mismo, las perturbaciones mentales asociados como la depresión y ansiedad, deben ser expuestos (Treasure, 2011)
Los trastornos alimentarios, se enfrentan con educación, acompañamiento psicológico, terapias conductivas y orientación médica. De tal manera que, a través de un plan de acción se normalicen los patrones alimenticios, se replanteen hábitos saludables, se desarrollen capacidades de toma de decisiones, mejore la conducta y se reestablezca la salud, en forma integral.