Durante mucho tiempo pensé que de haberme decantado por estudiar medicina habría fracasado debido a mi incapacidad para lidiar con el fracaso. Pensaba que al perder a mi primer paciente pasaría 10 días seguidos intentando resucitarlo antes de finalmente aceptar mi derrota y renunciar. Sin embargo, la realidad de las cosas es que probablemente habría renunciado mucho antes.
Desde que me convertí en editor en jefe de Saludiario he descubierto diferentes aspectos de la labor médica que me habrían hecho desistir antes y que simplemente me hacen preguntar, “cómo demonios lo hacen…”
Cómo demonios hacen… para seguir ejerciendo su profesión ante los problemas morales a los que se enfrentan diariamente. Es decir, por qué salvar (o intentar salvar) la vida de un criminal que fue baleado en un camión cuando intentaba robar a los pasajeros, o qué hacer cuando una niña de 17 años busca un aborto porque fue víctima de una violación. Verdaderamente no sabría qué responder en estás situaciones.
O cómo demonios hacen… para no perder la paciencia ante aquellos pacientes que creen que 10 horas de navegación en internet en busca de síntomas reemplazan los años y años que ustedes pasaron leyendo libros en la Facultad de Medicina.
Peor aún, cómo demonios hacen… para seguir ejerciendo su profesión cuando esta misma les lleva a ser víctimas de la delincuencia organizada, que ya no sólo se limita a extraer médicos y obligarlos a realizar cirugías en lugares improvisados bajo amenaza de muerte, sino que ingresa a los nosocomios y abre fuego dentro de los mismos.
Cómo demonios hacen… para trabajar en instituciones donde no se cuenta con los insumos mínimos necesarios para brindar la atención requerida a los pacientes, dónde a veces ni siquiera se cuenta con algo tan primordial como luz eléctrica y los procedimientos deben ser realizados bajo la luz del celular.
Cómo demonios hacen… para trabajar turnos de más de 30 horas sin morir en el intento y además de eso soportar las interminables quejas de pacientes y familiares insufribles que posteriormente regresarán para demandar al hospital o a tu persona por alguna razón.
Verdaderamente no sé cómo o por qué demonios alguien querría soportar todo lo anterior (y más) por gusto, pero sé que indudablemente debemos de estar agradecidos con aquellos médicos que soportan todos los incisos anteriores y siguen conservando el amor por su profesión y el amor por atender a sus pacientes de la mejor manera posible.