- El investigador Marco Antonio Vega López participó en un trabajo internacional para identificar el motivo por el que algunos recién nacidos están protegidos contra enfermedades y otros no.
- Para su elaboración participaron especialistas de la Universidad de Alberta, en Canadá, además del Instituto Politécnico Nacional y el Cinvestav de México.
- El artículo con todos los resultados del trabajo fue publicado en Frontiers in Immunology.
Los recién nacidos son susceptibles a una variedad de agentes infecciosos que llegan a ser mortales. Algunos son los causantes de neumonía, enfermedad responsable del 15 por ciento de las defunciones de menores de cinco años, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud. Por ello, es importante estudiar las características del sistema inmunitario en la primera etapa de la vida, con el fin de desarrollar estrategias para disminuir la mortalidad infantil y determinar la mejor edad de vacunación.
Aunque la propensión a infecciones en los recién nacidos se ha atribuido a la inmadurez de su sistema inmunológico, diversos trabajos científicos han encontrado que la inmunidad neonatal no está subdesarrollada, sino altamente regulada por varios mecanismos. Entre ellos un tipo de células que suprimen la inflamación, mencionó Marco Antonio Vega López, adscrito al Departamento de Infectómica y Patogénesis Molecular del Cinvestav.
Las células que hacen la diferencia
El investigador participó en un estudio enfocado en las células eritroides, o reticulocitos, conocidas por su molécula de superficie CD71+, que son producidas en la médula ósea y frecuentes en los neonatos.
El objetivo fue identificar la presencia de estas células en la sangre desde el nacimiento hasta los seis meses de edad, evaluando los cambios en su proporción y tratando de elucidar su función en la respuesta inmunológica. Estos experimentos estuvieron complementados con pruebas en un modelo murino.
En el artículo, publicado en Frontiers in Immunology, se reporta que estas células evitan la inflamación que podría producirse en las mucosas del recién nacido ante la colonización por la microbiota.
Los resultados indicaron que los recién nacidos tienen una alta proporción de células CD71+ pero declinan a las cuatro semanas; sin embargo, en los lactantes de hasta seis meses todavía se mantienen en valores elevados en comparación con los bebés de mayor edad y las personas adultas.
De acuerdo con Vega López, la relevancia de este trabajo, resultado de la colaboración entre la Universidad de Alberta, en Canadá, el Instituto Politécnico Nacional y el Cinvestav, radica en que la información obtenida permitirá evaluar cuál es la mejor etapa de vacunación. Porque si las células CD71+ suprimen la respuesta inmune y se vacuna tempranamente el resultado podría no ser óptimo.
La parte experimental consistió en tomar muestras de sangre periférica de recién nacidos (del cordón umbilical), de niños y niñas de diferentes edades, así como de voluntarios adultos sanos con el fin de analizar la cantidad de células eritroides presentes, si aumentan o disminuyen con el tiempo.
Las muestras de sangre neonatal y de cordón umbilical se recolectaron en hospitales de México y Canadá, los padres firmaron un formulario de consentimiento informado para participar en la investigación.
Además, para comprobar el papel de las células CD71+ en la respuesta inmune se utilizó un modelo de enfermedad en ratones recién nacidos, los cuales fueron desafiados con la bacteria Listeria monocytogenes. Se observó que al eliminarles las células eritroides mejoró significativamente la tasa de supervivencia de los animales infectados en comparación al grupo control.
El investigador explicó que las células CD71+ son importantes durante el embarazo, ya que la información genética del feto es distinta a la de la madre y el sistema inmune lo podría considerar un intruso y resultar en un aborto o un parto prematuro, esto no ocurre gracias a varios mecanismos de supresión de la inflamación, uno de ellos es aparentemente mediado por las células eritroides de la mujer embarazada.
En el caso del recién nacido, al tener grandes cantidades de estas células antiinflamatorias, su respuesta ante los desafíos del medio no es del todo eficiente, pero los anticuerpos que le dona la madre, primero a través de la placenta y después con la lactancia, le ayudan a lidiar contra algunos microorganismos potencialmente dañinos durante ese periodo crítico.