Un paciente informado, capaz, empoderado de la tecnología del futuro, trae una lista de preguntas y espera respuestas precisas, sabe qué puede exigir y se sabe respaldado, sabe cuán involucrado desea estar en las decisiones, conoce las herramientas legales a las que tiene derecho, solicita opiniones adicionales y usa diferentes medios de comunicación con el médico, es decir, el paciente actual es un paciente dinámico y difícil, por una simple razón, manejar información es poder. Y si esta es la perspectiva del lado del paciente entonces imaginemos cuando el médico cambia su rol a paciente.
El cambio de rol es una técnica donde dos o más personas implicadas en una experiencia de vida, viven una situación real en contraflujo, pareciera que la podemos asociar con la empatía; con una adaptación social, que nos ayuda a detectar de forma automática las emociones, pensamientos y necesidades emocionales de las personas con las que interactuamos, cuando el médico se convierte en paciente se vuelve más exigente desde cualquier ámbito, es el paciente empoderado, el que maneja información, “el que sabe” .
Cuando un doctor se enferma y decide consultar, generalmente acude a un colega reconocido no sólo por su calidad profesional, sino también por el comportamiento amable, de voz serena, que muestra interés y con el tiempo necesario para escucharle y responderle. Lamentablemente no es lo frecuente, los médicos adoptan una actitud arrogante, se sienten dueños de la verdad absoluta y no toleran opiniones discrepantes. Esta actitud afecta la relación médico-paciente.[2]
Con frecuencia los médicos subestiman o trivializan los síntomas de sus enfermedades y adoptan para sí conductas distintas de las aconsejadas a los pacientes.
Sea cual fuesen las circunstancias, sabemos a ciencia cierta que, la experiencia en el consultorio les deja grandes aprendizajes en la relación con sus pacientes, de tal forma que afrontan la enfermedad con mucho más coraje. En ese cambio de rol, algunos médicos aprecian el valor de la fe, la espiritualidad, el creer en Dios y entonces se toman el tiempo para reflexionar acerca de los problemas fundamentales de la existencia y, sin lugar a dudas, en esa maravillosa labor de la medicina.
[2] (Albújar-Baca†, 2015)
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