El Programa de de Investigación Humana de la Administración Nacional de Aeronáutica y Espacio de los Estados Unidos (NASA, por sus siglas en inglés), presentó el pasado 30 de enero un artículo donde estableció algunas de las consecuencias biológicas que tiene la estancia prolongada de un astronauta en el espacio.
Se trata de una investigación realizada en el cosmonauta Scott Kelly quien luego de aproximadamente 12 meses de vivir en la Estación Espacial Internacional, regresó a la Tierra en marzo de 2016.
Scott Kelly, además de ser un viajero del espacio, es el hermano gemelo de Mark; un hombre al cual se le realizaron los mismos estudios fisiológicos y psicológicos para determinar los principales cambios de la estancia prolongada en el espacio.
De acuerdo con el Reporte Anual sobre el Trabajo de Investigación de la NASA y en palabras de uno de los responsables del estudio, Mike Synder, los resultados fueron, simplemente, sorprendentes.
Los resultados arrojaron niveles elevados del panel de lípidos de Scott que indicaron un grado atípico de inflamación. Por su parte, en Mark, hubo una mayor presencia de 3-indolipropiónica (IPA). Este metabolito es conocido por ser producido sólo por las bacterias en el intestino y está siendo investigado como un potencial antioxidante terapéutico, para el cerebro. También se sabe que el IPA ayuda a mantener la actividad normal de la insulina para regular el azúcar en la sangre después de las comidas.
Asimismo, el astronauta regresó cinco centímetros más alto que su hermano gemelo y, además, presentó una alargamiento en los extremos de los cromosomas de sus glóbulos blancos que, de acuerdo con el reporte, regresaron a su estado natural después de varios días en la Tierra.
El pasado fin de semana, la noticia salió a flote gracias a la impartición del Taller de Investigadores, impulsado por el Programa de Investigación Humana de la NASA en Galveston, Texas.
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