Seleccionar un medicamento para un paciente no es asunto menor. Durante los años de formación, el estudiante generalmente comienza la preparación clínica sin tener idea clara de cómo prescribir medicinas a sus pacientes ni de qué información debe brindarles; esto suele suceder debido a que el número de horas dedicas a la terapéutica es bajo en comparación con la formación farmacológica tradicional que se centra más en la teoría que en la práctica.
Aunque en las aulas es común fijar la atención en las indicaciones y efectos secundarios de los distintos medicamentos, con un poco de práctica el galeno tiene que hacer la selección del tipo de tratamiento considerando factores que pueden modificar su decisión, como edad, género, talla y características socioculturales de los pacientes, además, ellos también tiene sus propias percepciones sobre lo que es un tratamiento apropiado y, por supuesto, deberían estar plenamente informados al respecto.
Después de los años de formación, a pregunta expresa sobre qué es más importante para el médico, si la seguridad o la eficacia, el galeno responde sin dudar: “siempre hay que darle prioridad a la seguridad; cuando hay medicinas que estás valorando y no son confiables a nivel de seguridad, tienes que irte a un segundo nivel de elección o un tercer nivel de elección”.
Al cuestionar a la médico general J. A. Sánchez Grajales sobre cómo valorar un medicamento con base en su seguridad y eficacia, la respuesta contundente es que se trata de dos parámetros complementarios, pues “aunque sea potencialmente eficaz, si no es seguro, no resulta ético, entonces no necesito un medicamento que sea eficaz y que sea tóxico”.
Para ningún médico es secreto que la práctica clínica se debe construir sobre principios básicos de la elección y la administración de medicinas, de tal forma que lo que puede parecer una consulta sencilla llega a resultar en un trabajo complejo al momento de seleccionar un fármaco seguro y eficaz.
Recomendaciones de la OMS para elegir un medicamento seguro y eficaz
En la “Guía de la buena prescripción” de la Organización Mundial de la Salud (OMS) se señala que el principio básico consiste en tener un objetivo terapéutico específico, “hacer inventario de los posible tratamientos y elegir su ‘tratamiento P (personal)’ a partir de la comparación de su eficacia, seguridad, conveniencia y coste”.
Según lo señalado en el documento, es necesario seguir un proceso de la prescripción razonada con base en seis pasos:
- Definir el problema del paciente.
- Especificar el objetivo terapéutico.
- Comprobar si el tratamiento P es adecuado para el paciente (¿es seguro y efectivo?)
- Iniciar el tratamiento.
- Dar información, instrucciones y advertencias.
- Supervisar (¿y detener?) el tratamiento.
Cuando el paciente no regresa a la consulta médica puede considerarse indicio de que habría mejorado, sin embargo, si esto no ocurre y vuelve, existen tres posibles razones:
- El tratamiento no fue efectivo.
- El tratamiento no resultó seguro a causa de efectos indeseados o inaceptables.
- El tratamiento no era cómodo, la dosificación o pauta fue difícil de seguir.
Cuando los síntomas del paciente persisten, el organismo de Naciones Unidas recomienda considerar si el diagnóstico, tratamiento y adhesión al tratamiento y procedimiento de supervisión eran correctos, incluso habría que comenzar todo el proceso de nuevo, aunque advierte que a veces puede no haber solución final al problema.
Lo que el médico busca “con los ojos cerrados”
La conversación con la médica Sánchez Grajales sobre seguridad y eficacia de las medicinas siguió su curso y reiteró que necesitan que ambas cualidades vayan de la mano, pues buscan “algo que sea seguro y con los ojos cerrados decir ‘ok’, la eficacia sí la vamos a encontrar, pero de entrada tiene que ser seguro”.
Sin embargo, ¿qué hacer cuando a un paciente se le agotan las opciones terapéuticas? La prioridad, insistió, sigue siendo la seguridad:
Siempre tienes que irte por la seguridad; si tienes un paciente delicado, multitratado, con muchos medicamentos, con mucho daño, porque a nivel renal y hepático seguramente ya hay daño, y yo le estoy dando medicamento que lo van a dañar más, ¡es el fin!
El punto es, dijo, “darle el medicamento que cumpla con el parámetro de seguridad” y complementar con otros componentes, como medidas generales para su condición y cuidados dietéticos, entre otros.
Dado que la terapia depende de las características particulares del paciente (quizás haya una alegría al medicamento de primera elección), el nivel de seguridad se modifica, de tal forma que siempre es conveniente hablarlo con el paciente:
Como médico es muy importante comentarles: sabe qué, este medicamento que le voy a prescribir es muy fuerte, solamente hay que utilizarlo los días que se lo estoy indicando, cinco días, porque es altamente tóxico para el oído, por ejemplo.
Sánchez Grajales reconoció que a buena parte de los médicos “se les pasa” compartir esta información con los pacientes debido al limitado tiempo de la consulta, de modo que vuelve a hacerse necesario contar con la seguridad de la medicina, ya que en una situación hipotética en la que el uso se extienda por más tiempo del recomendado, se requiere la tranquilidad de que no va a dañar órganos blanco, “porque no es tóxico, es altamente seguro, por eso siempre como médico te vas a la seguridad y luego sigue la eficacia”.
Imagen: Bigstock