El reporte Health at a Glance 2017 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ubica a México como su segundo país miembro con el mayor gasto de bolsillo en servicios de salud. Esto quiere decir, entre otras cosas, que la aportación del gobierno para el cuidado del bienestar físico y mental de sus ciudadanos se encuentra entre las más bajas del mundo. Dicha falta de inversión ha transformado al sistema de salud pública en un instrumento incapaz de afrontar los nuevos retos que se avecinan.
Así lo afirmó en entrevista con El Financiero Bloomberg la consultora Fátima Masse, miembro del Instituto Mexicano de Competitividad (IMCO). De acuerdo con la experta, el perfil epidemiológico del país se ha modificado en los últimos años para enfocarse más en enfermedades crónico-degenerativas, las cuales requieren de una inversión más alta en los servicios de salud pública.
Cabe destacar que los padecimientos de este tipo son comunes de las economías desarrolladas, como Estados Unidos, Escandinavia, Alemania o Austria, naciones donde el gasto gubernamental en servicios de salud pública representa entre 60 y 80 por ciento de la inversión per cápita, en estimaciones de la OCDE. Desafortunadamente, en México se ha reducido la participación federal en este tipo de padecimientos.
Desafortunadamente lo que vimos en este sexenio es que el presupuesto de la Secretaría de Salud (SSa) se redujo en 20 por ciento en términos reales y esto ya se empieza a ver reflejado en indicadores preocupantes. Más de 16 millones de mexicanos carecen de protección financiera en salud, hay señales de desabasto de medicamentos y en promedio el 39 por ciento de los pacientes tuvieron que adquirir al menos una parte de sus fármacos en un local particular.
Afirma que el sistema, aparte de no estar preparado para el nuevo perfil epidemiológico, también se está viendo rebasado en sus capacidades de atención. Conforme más pacientes pierden confianza en la salud pública, recurren a los servicios de profesionales en la industria privada haciendo uso de sus propios recursos. Esta incapacidad operativa juega en contra del objetivo fijado por algunas organizaciones como el Seguro Popular, cuyo objetivo era precisamente reducir el gasto individual en salud.
Fátima Masse concluyó que la menor inversión médica podría estar motivada, en parte, por los menores ingresos del estado por la venta de petróleo (que ha obligado a un plan de austeridad federal). Sin embargo, advirtió que un diagnóstico independiente no puede lograrse por la falta de indicadores financieros dentro del sistema de salud pública.