En un caso clínico publicado por la revista Cell Reports, científicos estadounidenses expusieron el caso del niño U.D., quien a los 6 años y 9 meses de edad fue sometido a una cirugía donde se le extirpó una tercera parte del hemisferio derecho del cerebro. Lo sorprendente del caso, exponen los expertos, es que contra todo pronóstico el cerebro del infante consiguió hacer los ajustes necesarios para conservar las funciones cognitivas y visuales apropiadas a su grupo demográfico cuatro años después de la operación.
De acuerdo con el reporte, el niño sufría de episodios epilépticos incontrolables, motivo por el que sus doctores decidieron practicarle una lobectomía y eliminar el tumor responsable de los síntomas. Durante el procedimiento se tuvieron que extirpar casi dos de los cuatro lóbulos en su hemisferio derecho: el lóbulo occipital entero y la mayoría de su lóbulo temporal.
Marlene Berhman, líder del equipo y neurocientífica en el Departamento de Psicología de la Universidad Carnegie Mellon, afirmó que su equipo de investigación no estableció contacto con U.D. sino hasta un año después de haberse sometido a la cirugía. Durante los tres años posteriores, los expertos observaron cómo el cerebro del joven se recuperó y volvió a establecer las conexiones adecuadas para mantener capacidades visuales y cognitivas.
A pesar de permanecer con un ligero impedimento visual, U.D. consiguió compensar la pérdida de los lóbulos derechos al asignar al hemisferio izquierdo las funciones que le hubieran correspondido a su contraparte. Berhman afirma que este caso clínico demuestra que solo es necesario un lado del cerebro para desarrollar capacidades visuales normales.
Con respecto a las funciones de cognición, el hemisferio izquierdo de U.D. también parece haber tomado el rol de su contraparte perdida. El reconocimiento de palabras y rostros, que se registran en lados distintos del cerebro, ocupan ahora el mismo espacio y son procesados por una sola área. Incluso después de múltiples pruebas realizadas por los investigadores, el equipo no consiguió detectar algún impedimento en el joven con respecto al caso de un niño saludable.
La única diferencia entre U.D. y sus compañeros, es que las señales captadas por el campo visual izquierdo no tienen un lugar a donde ir en el cerebro, por lo que esa información no la puede procesar. Sin embargo, el impedimento es menor y el comportamiento del niño para compensar este problema es prácticamente imperceptible.