En las últimas semanas los huracanes han azotados diversas zonas de Norteamérica y las islas del Caribe, siendo Puerto Rico una de las regiones más afectadas, pues su territorio atraviesa una situación complicada por el desastre natural y que ha dejado ver las limitaciones que presenta su sistema de salud.
A partir de que la isla sufrió los primeros embates del huracán María el pasado 20 de septiembre, se han agudizado los problemas del sistema de salud, el cual ya era precario y estaba considerado como uno de los más deficientes del continente.
Uno de los problemas más graves que ocasionó el huracán María fue que más del 90 por ciento de la isla se quedara sin energía eléctrica, lo que ha afectado a la población, pero especialmente a los médicos y centros de salud, quienes desde entonces se han visto imposibilitados para poder realizar sus labores de manera normal y han tenido que emprender métodos rudimentarios para continuar brindando atención a las personas que requieren de atención.
Ahora, a partir del problema de la falta de electricidad, la cual todavía no se ha podido restablecer en todo el país, la mayoría de los diabéticos no pueden mantener refrigerada su insulina, lo cual representa una grave situación que pone en peligro sus vidas.
De igual forma, se han contabilizado decenas de centros de salud que no cuentan con luz, lo que hace imposible que los galenos puedan realizar cirugías o brindar atenciones completas a los pacientes y habitantes que han resultado afectados en los últimos días.
Sumado a lo anterior, el huracán destruyó varios caminos que enlazaban comunidades, por lo que ahora el tránsito se ha complicado y varias unidades de salud han quedado alejadas del resto, lo que vuelve complicado el arribo de médicos de otras localidades o de ayuda externa y ha convertido a Puerto Rico en un terreno proclive al surgimiento de epidemias.