A una semana del 19 de septiembre, con la pérdida de vidas humanas y daños materiales que hoy más que nunca son vigentes, resulta necesario hacer un breve recuento de todo.
A las 13:14 horas del día en cuestión me encontraba subiendo las escaleras del edificio donde laboro, de repente comenzó a sonar la alarma sísmica y simplemente pensé, “es broma”, pues apenas 2 horas antes habíamos evacuado el edificio como parte del simulacro obligatorio en todas las instituciones públicas. No bien terminaba de pensar eso, cuando súbitamente sentí el movimiento bajo mis pies, ante lo cual pensé, “se siente de la… muy fuerte”, en mi defensa debo decir que soy chilango “con amplia experiencia (o al menos eso creía) en movimientos telúricos”, además de haber vivido el (terremoto) de hace 32 años.
Bajé las escaleras como pude (bastante rápido, debo admitir) y me puse a considerar las siguientes preguntas:
- ¿Cuál es la probabilidad de que, en la misma fecha del sismo más devastador de la historia de un país, vuelva a suceder?
- ¿Por qué a nosotros otra vez?
- ¿Qué es lo que nos tiene deparado Dios?
Cualquier científico y experto en estadística respondería a la primera (de hecho un compañero mío lo es) sin dudarlo con un “cercana a cero”, aunque de acuerdo con estadísticas del diario Milenio es de “prácticamente” 5 por ciento, es decir prácticamente imposible; sin embargo, volvió a suceder, por lo que las otras dos preguntas permanecen (y permanecerán) sin respuesta, por lo que sigo sin comprender qué fue lo que pasó hace una semana… cuando se cumplían exactamente 32 años del temblor de 1985.
Una vez abajo y seguro, miré a mis colegas (aquellos con quienes trabajo todos los días) y pacientes, varios de ellos llorando, e incluso hubo quienes se encontraban arrodillados en el piso agradeciendo el encontrarse bien… sí, estábamos enteros.
Estamos vivos… ¿lo siente exagerado?, tal vez… pero ello es la primera parte del tratamiento del Síndrome o Trastorno de Estrés Postraumático.
A lo lejos, mientras bajábamos, pudimos observar como varios edificios se desplomaban, situación ante la cual todos tratamos de comunicarnos con nuestras familias. Aunque las líneas telefónicas estaban caídas, sí había internet.
- “Fue de 7.1 grados”.
- “No creo, se sintió de más”.
- “El epicentro fue en Puebla y Morelos”.
A sólo 120 kilómetros de la Ciudad de México y con una profundidad de 57 kilómetros; de ahí la gran destrucción. De hecho, creo que este factor ha permitido una mejor coordinación entre nosotros, acercando la ayuda a donde más se requiere. A pesar de la frase televisiva (¿por qué exponer esto?), si somos una sociedad que quiere cambiar debemos de mejorar nuestra forma de actuar, fundamentando de dónde obtenemos nuestra información, pues como médicos debemos de responder a la sociedad por nuestra práctica.
Pasé por mi hija, quien venía de la universidad. De camino a casa pudimos observar edificios caídos en Viaducto y en la Narvarte, pero sin que nadie les dijera nada… aún no había policías, había jóvenes desviando el tránsito y acordonando las calles, otros más llevabas cubetas y el resto ya ustedes lo conocen de sobra.
Afortunadamente se formaron grupos de médicos voluntarios para prestar atención a los lesionados. Indudablemente hay unión, pero más importante fue que no se requirió del gobierno, de políticos o vigilancia (hubo quienes provocaron algunos desmanes, pero fueron los menos). La sociedad y nuestro gremio lo hicieron solos y lo siguen haciendo.
¿Qué aprendimos?
- Considero que, a pesar de todo, somos mejores que hace 32 años, por ello seguimos aquí.
- Ofrezcamos un abrazo, una sonrisa o la escucha a quien así lo requiera, pues todos, como mexicanos, lo padecimos.
- Nos podemos (y debemos) organizar, siempre en bien de nuestro país y nuestros pacientes.
- Por aquellos que no sobrevivieron, debemos seguir unidos como gremio y aprender a mejorar nuestro accionar ante los desastres.
- Los millennials y la generación Z tomaron el control de la situación, hecho que nos ha permitido tener una nueva óptica respecto de estos grupos.
- No olvidemos que otro evento similar puede llegar a ocurrir, por ello necesitamos exigir reglas de construcción más exigentes y transparentes. Lo mismo aplica para los recursos y donativos que se están juntando.
- Una manera de hacer el dolor menos profundo es dando un significado jurídico a las acciones que tomemos de ahora en adelante.
- El costo de la reconstrucción (que apenas comienza) será alto, moral, psicológica y económicamente hablando.
- Ante un evento de esta naturaleza cualquier miembro del personal de salud es indispensable, por ello es menester participar en los planes de prevención y acción ante desastres iniciando por nuestra casa, institución y país.
Referencias:
Diagnóstico y Manejo Estrés Postraumatico.
En www.cenetec.salud.gob.mx/…Estrespostraumatico/GER_EstresPostraumatico.pdf. Acceso 26/09/2017.
Información tomada del Servicio Sismológico Nacional.
http://www.eluniversal.com.mx/articulo/jose-ramon-cossio-diaz/nacion/las-catastrofes-y-el-derecho#.Wcp4P0W9YCs.facebook