En el transcurso de la historia, la alimentación se ha visto influenciada por el folklore1, no es simplemente una necesidad fisiológica, sino que también representa en todas las culturas y en toda la sociedad un gran fenómeno difícil de estandarizar y de estudiar2. Una de las discusiones actuales en la alimentación está centrada en la creciente ingesta de edulcorantes bajos en calorías como sustitutos del azúcar y su efecto en la salud3.
Existen ciertas costumbres y modas que, carecen de fundamento científico a lo que se le puede considerar “mitos alimentarios”. Algunos de ellos son tratados en textos de Nutriologia4, otros provienen de la prensa diaria, los semanarios y las llamadas “revistas del corazón”.
Algunos mitos alimentarios
El papel que las ideas en nutrición han desempeñado como instrumento de control social, ha sido poco estudiado hasta el momento5.
Para bien y para mal, la nutrición se ha convertido en un tema de conversación en la que todo el mundo opina y, cada quien podrá modificar su dieta sin consultarlo con nadie, basándose en profundos conocimientos sobre nutrición o por puro capricho2.
Los mitos alimentarios forman parte de la invención, incluso pueden ser contradictorios entre sí, y parecen no tener fin; algunos pueden refutarse con facilidad, utilizando la lógica científica, otros con sólo aplicar el sentido común.
La lista de mitos alimentarios puede agrandarse todo lo que se desee: “las espinacas dan fuerza”, “las habas, guisantes, lentejas y garbanzos se deben comer en medio de las comidas, porque tomados al principio pueden producir vómitos y al final pueden provocar pesadillas”, “el limón produce anemia, porque se come los glóbulos rojos”, la lechuga produce sueño, evita el infarto y disminuye el colesterol”, “las legumbres tienen muchas proteínas”, “se debe comer mucha carne para estar fuertes”, “son mejores los huevos colorados que los blancos”, “la mujer embarazada debe comer por dos”, “las nueces son buenas para el cerebro”, etc.
Con la leche, hay varios mitos: “la leche engorda”, “la leche puede producir cáncer”, “la leche sólo es para niños y ancianos”, etc. Cuando en realidad, el consumo de lácteos, en el contexto de una dieta con un aporte energético adecuado, no contribuye a la aparición de obesidad.
Otros conceptos que suelen prestarse a confusión y que merecen mención aparte, como es el caso de los alimentos sanos y naturales; algunas publicaciones, cuyos autores son avalados por el naturismo, que hablan de alimentos saludables6. La afirmación de que un alimento, por el hecho de ser natural o ecológico, tiene garantizado un mayor valor nutricional, sólo es parcialmente cierta. Es importante diferenciar los conceptos de sano y natural, ya que, aunque a veces puedan coincidir, son radicalmente diferentes. Un producto puede ser natural y no por ello favorecer el establecimiento o el mantenimiento de la salud.
También, a lo largo de los siglos, a ciertos alimentos se les ha mitificado atribuyéndoles grandes y milagrosas propiedades, no siempre ciertas, por ejemplo: el ginseng, la miel, el vinagre de manzana, la jalea real, el propóleo, las bayas de saúco, etc7.
La prescripción de un correcto plan alimenticio debe tener como base el conocimiento adecuado de la Bromatologia8, y del impacto que implica la dieta en el estado de salud9 para hacer las modificaciones correspondientes en los estados patológicos, según se requiera en cada caso, como los describen los textos10, 11.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
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