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    El mito del médico “libre de errores”

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    Ya he hablado antes del error; sin embargo, el presente, considero, contiene un mensaje para todos, así que como profesionales de la salud tenemos la responsabilidad permanente de reconocer la inevitabilidad del error clínico con el fin de desarrollar sistemas de prevención dentro de nuestras organizaciones para así poder apoyar a los involucrados y evitar el fenómeno de la “segunda víctima”.

    “Error, un sustantivo”

    En ocasiones procuramos ser la imagen de la perfección, adaptando la mayor parte de la carrera para aumentar nuestra línea de trabajo, procurando incluir en nuestro CV aquellas habilidades que sean las más útiles o “taquilleras”, así como otras tantas que se adquieren con suficiente tiempo en la atención médica, sirviendo de manera inevitable para engrosar nuestro curriculum, procurando siempre al hablar ante otros vender el mensaje sutil o explícito de “excelencia”.

    Con ello en mente, el referirse a un “error” sólo implica una palabra… un sustantivo. Error es pues la imagen de un avión estrellado o un tren descarrilado… jamás la de un médico.

    “Soy un error”

    Pero, qué ocurre cuando me doy cuenta de cualquier forma o circunstancia que “es mío” o “soy parte de él”. Independientemente de la cantidad de factores que contribuyen en él, los errores latentes llegan a ocurrir y, me guste o no, soy parte de él. Siendo difícil de aceptar, recordándolo día y noche, en la ducha, en el trabajo, en el coche e incluso en la cama, con su consecuente insomnio. El caos que se arremolina a nuestro alrededor conduce a la erosión de la conciencia en la situación y a la interrupción de otros procesos. La fisiología volátil de ciertos pacientes (de urgencia, niños menores de 5 años, embarazadas, críticos y gerontes) nos obliga a caminar por la cornisa, con un estrecho margen de éxito y grandes consecuencias.

    Si hubo el error, existe pérdida de deseo de volver al laborar o realizar la búsqueda de otro que pudiera estar libre de consecuencias, lo cual inutiliza nuestras herramientas organizacionales o personales para procesar las emociones que se sienten: incompetencia, depresión y culpa; permitiendo que, con la misma facilidad (o incluso más rápido) se destruya el “quién era yo”.

    “Te equivocaste y por ello te quemaste”. Si fueras bueno “no serías un error”, personalizándolo.

    “Sin error como adjetivo”

    Debemos de hacer nuestro mejor intento por adoptar y prevenir las lecciones de alto riesgo en nuestro actuar diario, procurando estar siempre preparados para vigilar y prevenir nuestros errores.

    Al igual que nos preparamos para los riesgos que implica utilizar instrumentos complejos, debemos capacitarnos y solventar, en su caso, las consecuencias de las complejidades de la medicina, el error entre ellas.

    Como propuesta deberemos de entrenarnos para el error, a través de simuladores, preparación de equipos en un medio crítico, etc. Capacitarnos para disminuir los eventos preparando al clínico para las crisis.

    Las organizaciones académicas y de salud deberán de apoyar a los clínicos luego de un error, así como informar sobre lo que viene después del mismo. Gran parte del sufrimiento del profesional de la salud se debe a la incertidumbre del desconocimiento en el entorno del error, así como a la falta de claridad sobre lo que sucedería como resultado de todo esto.

    Independientemente de los nuevos modelos de atención, el médico está allí con el paciente proporcionando el tratamiento. El sistema debería de fomentar la apertura y el apoyo; sin embargo, no lo hace. Más perjudicial que otra cosa es la soledad que viene al ser incapaz de encontrar consuelo o de compartir la propia experiencia, como medida de prevención de “segundas víctimas”, donde el sistema sigue fallando frente al error.

    Finalmente

    Luego del error, nos fragmentamos y la dura caída hasta el fondo es difícil de superar.

    Escribo esto para hacerte saber que finalmente mejoras y que no estás solo, depende enteramente de nosotros apoyarnos cuando sucede. Debemos aprender sin permitir que nuestros colegas, nuevos pacientes (y nosotros mismos) suframos mediante la experiencia real.

    Con el tiempo, la pérdida de deseo disminuye o desaparece y el sueño llega más fácilmente. Aceptando que el arte de ser médico “libre de errores” es sólo una frase, un adjetivo y que el “error” es un sustantivo y no… nunca te definirá como persona.

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