Son muchos los estudios realizados en los últimos años sobre el impacto que tiene el nacimiento de un niño con discapacidad en el grupo familiar. No se puede desconocer la realidad, pues afecta a todos los integrantes del núcleo familiar en su dinámica interior y al hacer un análisis de la situación que enfrenta la pareja de padres se puede comprender el enorme desafío que enfrentan.
Por lo general, el embarazo, se vive como un periodo de crisis. Y al culminar con el nacimiento de un niño con discapacidad, es inevitable que se genere una conmoción, y esta conmoción tiene sus antecedentes antes del inicio de la gestación[1].
Como seres humanos tenemos la tendencia a fantasear sobre la realidad de nuestros hijos, incluso antes de concebirlos, con lo que se deduce que los padres esperan un niño en particular. La procreación tiene un significado especial y el nacimiento de un niño con un trastorno congénito, acaba en un momento, con la ilusión y el orgullo de ser padres[2].
El nacimiento de un niño con discapacidad genera una crisis familiar inesperada, que requiere de aceptación y adaptación inmediata, descompensado y alterando el funcionamiento interno de la familia y las relaciones al exterior de la misma.
Los padres inician entonces un proceso en el que pueden ir de la intranquilidad al desconsuelo, pasando por la incertidumbre y la impotencia. No se puede hablar de fases o etapas como quieren mostrarlo los expertos, ya que cada situación es diferente y depende mucho del grado de adaptación de los padres, su educación, su capacidad económica y el apoyo que reciben de los otros miembros de la familia.
El impacto que reciben los padres puede dejarlos con una visión limitada de los acontecimientos y de la situación. El aturdimiento incide en la manera de entender los diagnósticos y pronósticos que emiten los profesionales encargados de la atención del recién nacido.
En el proceso de confrontación y asimilación que viven los padres, se pueden dar diferentes sentimientos como depresión, vergüenza, culpa, frustración, comportamientos reactivos, causados no por el trastorno en sí, sino por la pérdida de sus expectativas como padres. Además, por enfrentar el deseo de proteger y atender a su hijo limitado, y, por otro lado, el rechazo por la limitación[3].
Durante toda esta confusión de sentimientos, puede haber señales negativas que afectan la correcta elaboración del duelo y dificultan la posibilidad de crear vínculos sanos con el niño, convirtiéndose en actitudes que pueden dificultar el proceso, como: sobreprotección, apego excesivo, sobre estimulación, sacrificio, o, por el contrario, trato negligente, abandono, poca participación en el proceso de rehabilitación.
La experiencia de recibir un hijo con algún tipo de discapacidad, produce en los padres una de dos situaciones que son totalmente opuestas: de manera admirable y casi heroica, superando las adversidades y manteniendo unida a la familia o, ante la incapacidad de asumir la tensión que genera esta situación, la pareja se separa y la familia se desintegra, afectando el desarrollo normal del recién nacido.
[1] (Nuñez, 2003)
[2] https://mibebeyyo.elmundo.es/embarazo/psicologia/imaginar-como-sera-bebe
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