Este día el Estado Islámico (EI) se atribuyó el ataque terrorista del 23 de marzo ocurrido en inmediaciones de la sede del Parlamento británico, el cual ha dejado hasta el momento cuatro muertos y 40 heridos.
Durante los hechos el atacante embistió con su automóvil a peatones sobre el puente de Westminster y luego apuñaló en el pecho a un policía dentro de los terrenos del Parlamento, lo que desató pánico en la zona y causó que el edificio y la estación del metro cercana fueran cerrados durante varias horas.
Sin darse a conocerse todavía la identidad del hombre, la primer ministro de Gran Bretaña, Theresa May, calificó el hecho como “ataque terrorista enfermizo”, no obstante, este jueves el EI, a través de la agencia Amaq, considerada su portavoz, aseguró que el atacante actuó en su nombre:
El perpetrador del ataque de ayer […] fue un soldado del Estado Islámico y llevó a cabo la operación en respuesta a los llamados para atacar a los ciudadanos de la coalición.
El policía apuñalado, una mujer de unos 40 años de edad, un estadounidense de 50 años, así como el atacante, abatido por agentes, perdieron la vida en la zona del puente de Westminster. Asimismo, 29 de los 40 heridos siguen hospitalizados, siete de ellos en estado crítico.
Al momento, se sabe que el atacante era británico y que el servicio de inteligencia MI5 lo había investigado por “posibles vínculos extremistas”.
De acuerdo con el artículo científico “terrorismo, salud pública y sistemas sanitarios” publicado en 2009 en la Revista Española de Salud Pública, la violencia terrorista es “fenómeno global que afecta a la salud pública” de diferentes maneras, pero impacta especialmente en los rubros de “mortalidad, morbilidad, discapacidad, salud mental, funcionamiento de los servicios sanitarios y su capacidad de prestar atención sanitaria, así como el equilibrio y desarrollo social, político y económico de las comunidades afectadas”.
Ante tal problemática, Pedro Arcos González y colaboradores sugieren a los servicios sanitarios “adaptar sus enfoques y funcionamiento para hacer frente a las nuevas demandas creadas por el terrorismo” incluyendo cambios en áreas prioritarias:
– La coordinación entre las diferentes agencias de respuesta sanitaria y no sanitaria.
– El refuerzo de los sistemas de vigilancia epidemiológica.
– La mejora de las capacidades de los laboratorios de salud pública y de respuesta sanitaria a tipos específicos de terrorismo como son el terrorismo químico o biológico.
– Los servicios de salud mental.
– La planificación y coordinación de la respuesta de emergencia de los servicios sanitarios.
– Las relaciones con la población y los medios de comunicación.
– Una mayor transparencia en la difusión de la información y un mayor y mejor nivel de análisis de las acciones sanitarias llevadas a cabo en el ámbito de la respuesta de emergencia por las diferentes instituciones de respuesta que intervienen, condición básica para mejorar la calidad de las respuestas futuras y no repetir errores.”
Se sabe que Irak, Pakistán y Afganistan son los países más afectados por el terrorismo, sin embargo, los ataques y muertes por esta causa en Europa Occidental han sido una constante desde hace décadas, como lo muestra este gráfico de Statista con información del Global Terrorism Database, el cual indica el número de personas fallecidas como resultado de este tipo de sucesos desde 1970 hasta el 28 de julio de 2016.
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