El acercamiento de un paciente con su médico es un proceso mucho más complejo de lo que aparenta, pues la búsqueda de alivio y comprensión generalmente rebasa el ámbito de la enfermedad, ya que los diferentes factores que afectan la vida de un paciente también alteran su forma de experimentar una enfermedad y la forma en que el médico debe de encarar su diagnóstico.
Indudablemente la base de cualquier terapia racional es el diagnóstico, el cual una vez establecido debe obligar al médico a analizar cuál o cuáles con las herramientas que debe de utilizar, convirtiendo entonces la prescripción médica en un acto complejo que no sólo requiere de conocimiento, sino de experiencia profesional y ciertas habilidades específicas, pero también de responsabilidad y una actitud ética.
Bien decía Paracelso, “la diferencia entre un fármaco y un tóxico es únicamente cuestión de la dosis”, y ciertamente los malos hábitos de prescripción resultan ser, en la mayoría de los casos, el origen de los tratamientos inefectivos e inseguros, de exacerbación o alargamiento de la enfermedad, de tensión y daño al paciente.
Entre las prácticas incorrectas más comunes al momento de la prescripción se encuentran:
- Empleo de fármacos en situaciones clínicas que no lo requieren.
- Omitir las medidas farmacológicas cuando son pertinentes.
- Uso de productos de eficacia y seguridad dudosa.
- Elección desacertada del medicamento para la enfermedad diagnosticada.
- Sobreprescripción (polifarmacia) o sub-prescripción.
- Dosis o vía inadecuada.
- Falta de información para el paciente.
- Preferir medicamentos caros o de moda.
- Indicación de medicamentos cuya faramacocinética se desconoce.
Por ello, siempre es pertinente recordar que una buena prescripción siempre debe de basarse y perseguir los siguientes objetivos:
- Maximizar la efectividad en el uso de medicamentos.
- Minimizar el riesgo en el uso de medicamentos.
- Minimizar costos.
- Buscar la aceptación del paciente a través de una buena aceptación y adhesión al tratamiento
- Reducir al máximo los efectos adversos.
Asimismo es importante tener en mente que en este proceso participan muchos elementos que no siempre tenemos en cuenta como:
- Características farmacocinéticas que permitan establecer un esquema posológico racional y adecuado en función de las
- Características físicas de cada individuo.
- Características farmacodinámicas en función de la enfermedad.
- Las posibles interacciones del medicamento a prescribir con otros concurrentes.
- Las posibles reacciones adversas y su impacto sobre la calidad de vida del paciente.
- El costo del medicamento.
- La posibilidad real de acceso.
- Factores de adherencia al tratamiento.
Por todo lo anterior, la elección de un fármaco debe siempre ser el resultado de un acto reflexivo que conlleva elementos que van más allá del conocimiento médico, pues aunque éste se trata de la base de sustentación terapéutica, no debemos olvidar que cada individuo experimenta su enfermedad de modo diferente. Por ello la responsabilidad ética del médico en la prescripción reside en la elección del tratamiento idóneo para un paciente en particular y no al revés.