Justamente en las vivencias que hoy afrontamos en las circunstancias mundiales del Coronavirus, se pone sobre el tapete uno de los temas más polémicos a nivel mundial; la eficacia de las vacunas, esto ocurre porque existen un movimiento mundial de médicos denominados “médicos por la verdad”, que justo durante la cuarentena adoptada en este 2020, ha tenido más participantes en diferentes países del mundo. Ellos han promovido por los diferentes medios tecnológicos el cuestionamiento de la eficacia de las vacunas; que al parecer según informan, éstas siempre han estado contaminadas de plomo, mercurio y otros tantos. Lo más sorprendente es que denuncian que este material ha tenido como principal función enfermar a la población que las recibe y una de estas tantas afectaciones como consecuencia de estas sustancias, es el autismo. Claro está y vale mencionar que la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha salido a desmentir y a desvincular de sus licencias a los médicos de dicho “movimiento”. Las restricciones que complican la toma de decisiones en un contexto mundial donde los movimientos antivacunas están creando problemas que, con los años, podrían tornarse insolubles.
La vacunación es una externalidad positiva, pues no sólo genera un beneficio personal, sino que también representa una protección al conjunto de la población frente a posibles contagios. De la misma forma, el hecho de no vacunarse es una externalidad negativa, pues podría acelerar la propagación de enfermedades que están bajo control.
Cada enfermedad para la cual se recomiendan vacunas puede provocar enfermedades graves o la muerte en poblaciones sin vacunar, y podrían comenzar a surgir de nuevo con rapidez si se redujeran las tasas de vacunación. Por ejemplo, brotes de paperas en años recientes ha surgido, desde que disminuyeron las tasas de vacunación, con complicaciones graves y hospitalizaciones requeridas para algunos pacientes.
Dentro de las desventajas de las vacunas se cuenta: No generan un resultado medible en el corto plazo. Son muy costosas debido a su carácter gratuito. Sus condiciones de almacenamiento exigen producir más vacunas que las necesarias.
El personal de salud no se vacuna y la mayoría de los trabajadores del sector no las actualiza después de terminar sus estudios.
El perfil de seguridad del biológico en estudio, aumenta cuando es aplicado a muchas personas y de diferentes grupos de edad.
Exige educar a una población brindándole información acerca del tema, lo que hace que choque con la realidad, la cultura, las convicciones y la política de la comunidad.
Los sistemas inmunológicos individuales son tan diferentes que, en algunos casos, no generarán una respuesta adecuada. Como resultado, la persona no estará protegida con eficacia después de la vacunación.[1]
Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Colombia cuenta con uno de los programas más completos de inmunizaciones, esto gracias a que en el país se mantiene una cobertura en vacunación superior al 90%. El Fondo Rotatorio de la OPS es el organismo encargado de compra de las vacunas en el país.[2]
[1] (Dr. Pablo Kuri Morales, 2017)
[2] (Velasquez, 2020)
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