Poco más de un año ha pasado desde que comencé a desempeñarme como editor en jefe de Saludiario. A medida que ha transcurrido el tiempo he aprendido a valorar un poco más la labor que realizan diariamente todos quienes se desempeñan dentro del campo de la salud, particularmente la de los médicos, quienes incluso “arriesgan” su libertad para poder realizar aquella profesión que les apasiona.
Desde que tomé el mando del sitio no ha transcurrido una semana sin que lea o escuche sobre algún caso en el que un médico es acusado de negligencia. Más importante aún, muchas de nuestras notas más leídas abordan esta temática desde diferentes ángulos (cómo prevenirla, qué hacer en caso de incurrir en una, cómo defenderte, etc.), lo cual nos indica que es un tema que siempre se encuentra en la mente de los médicos.
Lo preocupante del caso no es que este tema viva en la mente de los profesionales de la salud, después de todo un poco de presión siempre nos empuja a dar lo mejor de nosotros (o al menos así es en mi caso); el problema es cuando esta precaución se transforma en miedo gracias al entorno y este miedo les impide realizar su trabajo de la mejor manera posible.
En días recientes una prima, quien se desempeña como médico, me permitía ver una serie de radiografías realizadas a una mujer de 33 años, cuya pierna quedó destrozada luego que el Metrobús le pasara por encima de la misma (según narra la mujer pudo arrastrarse lo suficiente para impedir que el vehículo le pasara por encima de la cabeza). Las radiografías eran terroríficas, sin embargo, de acuerdo con mi prima, la piel y los músculos lucían mucho peor e incluso corría riesgo de perder la pierna.
Mientras veía las radiografías no podía evitar preguntarme que pensaría la mujer en cuestión, pues aún cuando obviamente el Metrobús era responsable de sus heridas, esto no necesariamente terminaría por eximir a los médicos que la atendieron en caso de perder la pierna, perder la movilidad o cualquier otro resultado que la paciente considerara no satisfactorio a pesar del esfuerzo médico y la gravedad de sus heridas… razón más que suficiente para sentir miedo.
Guardadas las proporciones, en el mundo de los medios de información sucede algo similar. Es decir, ninguno de nosotros se sienta detrás de una computadora pensando en que ese día cometerá un error ortográfico o tendrá un typo, sin embargo, llega a suceder y la gente es implacable, como si nunca hubiesen cometido un error semejante o como si fuera el pecado más grande del mundo. Incluso en alguno de mis trabajos anteriores en un momento dado se implantó una política de terror con días descontados e incluso despidos para quien cometiese uno de estos errores. Como podrán imaginarse, en esos momentos todos escribíamos con terror y las notas se tardaban el doble o el triple de tiempo en producirse.
La moraleja de la historia es… la gente es cretina por naturaleza.
Ya sea que nos dediquemos a los medios, al futbol a la medicina o a cualquier otra profesión, nuestro clientes (audiencia, fanáticos, pacientes o cómo quiera que les llamemos) siempre tendrán una cierta expectativa de nuestro trabajo, más allá de que ésta sea factible y buscarán exigirnos con base en la misma. El truco es no permitir que el miedo nos paralice y nos impida realizar lo que nos gusta de la mejor manera posible.