Muchas personas afirman que la cultura emocional se ha transmitido de generación a generación de dos maneras, una es a través del ADN-información genética y la otra ocurre por medio de las instrucciones de la cultura. Estos comportamientos aprendidos son la parte más significativa de la suma de comportamientos sociales, incluso hasta las emociones quedan controladas, satisfechas y reguladas, cobijados bajo el manto de las normas y hábitos sociales.
Los factores genéticos o innatos que configuran comportamientos humanos como la compasión, el altruismo o la agresión son el producto de un largo proceso condicionado por las experiencias familiares, las normas sociales y los patrones culturales. Se aprende a ser agresivo de la misma forma que a inhibir la agresión y ser compasivo. Ambos son biológicamente posibles.
Estudios transculturales, establecen que la gama de emociones básicas (felicidad, tristeza, dolor, sorpresa) que expresan los bebes durante el primer año de vida puede encontrarse en todas las culturas. Sin embargo, las situaciones que las provocan pueden variar culturalmente. Esta capacidad emocional de los niños les permite interaccionar con las personas que les rodean, aprenden a distinguir las diferentes expresiones emocionales, al verlas reflejadas en la cara o voz de los demás.[1]
La salud emocional de los niños y jóvenes estará comprometida cuando presentan aislamiento, cambios en el comportamiento, trastornos asociados al consumo de estupefacientes, extrema violencia, alteraciones emocionales graves, deseos de autolesionarse. Muchos de los niños y adolescentes colombianos con síntomas relacionados, son llevados a un médico general que les formula exámenes que en la mayoría no siguen un diagnóstico real o con un tratamiento insuficiente. Aquí radica la importancia de diferenciar entre la atención primaria y la atención médica psiquiátrica especializada. Estos tienen la capacidad de brindar al paciente alternativas para tratar los problemas de salud mental, diagnosticar y sobre todo para recetar medicamentos.
Los suicidios en Colombia están representados en un 43% por jóvenes. Durante el 2019 se reportaron 1.024 suicidios, de los cuales 447, cerca de la mitad del total de casos, corresponden a niños, adolescentes y jóvenes que figuran como principales víctimas. De estos, 125 son menores de 18 años.[2]
Los niños y adolescentes tendrán una buena salud emocional cuando sus necesidades de pertenencia, aceptación y amor quedan cubiertas. Sintiéndose valorado, comprendido, visto, reconocido, entonces, se acepta, tiene ganas de aprender, motivado, se relaciona con facilidad, afronta hacer cosas nuevas. Reconoce sus propias emociones, las siente y aprende a establecer hilos conductores. Del mismo modo, reconoce las emociones de los demás, las legitima y sabe acompañarlas. Tiene un nivel de conciencia y autoconocimiento que le ayuda a saber relacionarse con sus semejantes.
“No hay enfermedades sino enfermos”, también podemos entender este término como un obstáculo superado con esfuerzo y autodisciplina, inyectado de una dosis de ganas de vivir. Y es precisamente una de las tantas funciones que tienen los padres frente a sus hijos, fomentar niños luchadores, positivos, capaces, proactivos que no sean víctimas de sus circunstancias y sobretodo fundamentado desde el ejemplo.
[1] (Petra María Pérez, 1998)
[2] (Rendón, 2019)
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