A finales del siglo XVI Elizabeth Bathory creía fervientemente que bañándose con la sangre de jóvenes vírgenes lograría mantenerse joven eternamente. Hoy a más de 4 siglos de distancia los científicos han descubierto que la condesa no estaba del todo equivocada, pues la sangre joven podría guardar la clave para revertir ciertos procesos de la edad, entre ellos el progreso de algunas enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.
De acuerdo con un estudio presentado durante la junta anual 2016 de la Sociedad de Neurociencias, el inyectar plasma sanguíneo joven en el torrente sanguíneo de sujetos viejos podría detener la degeneración neurológica e incluso cuenta con el potencial de convertirse en un tratamiento antiedad.
Para alcanzar dicha conclusión el equipo de investigadores de Alkahest, la compañía detrás de la investigación, inyectó plasma de jóvenes de 18 años de edad en ratones de 12 meses de edad (el equivalente a 50 años humanos) y luego de tres semanas de tratamiento comenzaron a ver una notable mejoría en los sujetos, cuyo desempeño se tornó equiparable con el de ratones de 3 meses de edad.
Además de mejorar su memoria y mejorar su movilidad, los ratones inyectados con plasma sanguíneo humano también mostraron un incremento notable en el número de células cerebrales y una mejora en varios órganos vitales, incluidos el corazón y el hígado.
Ahora los investigadores esperan ser capaces de replicar el éxito de este estudio en humanos, especialmente aquellos que ya muestran algún tipo de deterioro cognitivo. Por ello Alkahest ya se encuentra trabajando en su primer prueba clínica con 18 voluntarios de entre 50 y 90 años de edad, quienes serán inyectados con plasma joven para observar si existe alguna mejoría.
Cada uno de los participantes en el estudio recibirá una unidad de plasma joven (o solución salina) una vez a la semana por cuatro semanas. Posteriormente gozarán de un periodo de descanso de 6 semanas y 4 infusiones más. Dependiendo de los resultados obtenidos se analizará la posibilidad de incrementar el número de sujetos o la posibilidad de realizarlo en otras instituciones.
Sin lugar a dudas una interesante investigación que, de comprobar la misma efectividad en humanos, podría derivar en una nueva variedad de tratamientos para personas con Alzheimer, Parkinson y otras enfermedades neurodegenerativas.