El Alzheimer es una enfermedad crónica, progresiva, de origen multicausal que puede afectar a personas adultas incluso en edades más tempranas. La enfermedad afecta no sólo al paciente sino también a su familia, en relación a la discapacidad y dependencia que genera. Esta enfermedad suele generar estigmatización, lo que incide de forma negativa en la decisión del paciente y la familia de realizar una consulta especializada de manera oportuna.[1]
En las fases iniciales del Alzheimer es el médico de familia, el encargado de detectar el problema basándose en la desorientación, la falla en la memoria y en la pérdida o falla de otras funciones cognitivas que comienzan a presentarse de forma aleatoria; y el neurólogo es el responsable de dar confirmación al diagnóstico dado por el médico general e iniciar el tratamiento para frenar la evolución del proceso.
Ya en la fase final, es el médico especialista en geriatría el principal encargado de la atención al paciente con Alzheimer.
Durante la evolución inicial del Alzheimer, se generan múltiples problemas al paciente, a su familia y a sus cuidadores. Los problemas de índole psiquiátrico como delirios, agresividad, insomnio, depresión, alucinaciones, deambulación errática y otros trastornos en su conducta, además de problemas médicos relacionados con la edad avanzada del paciente como artrosis, hipertensión, cardiopatías, diabetes, bronquitis crónica, entre otras, que deben ser tratadas y vigiladas en forma permanente.
Estas otras enfermedades relacionadas con la edad y que también requieren de tratamientos, que a veces se hacen difíciles de administrar, ya que se niegan a recibirlos, por temor al pinchazo, a sentir la caretilla con la que se administran los broncodilatadores, no aceptan los medicamentos orales, se arrancan los parches, y así una lista interminable de acciones que impiden a su cuidador suministrar de forma correcta los medicamentos y aumentan el grado de dificultad que representa el manejo de esta enfermedad y todos sus problemas asociados, que generan gran estrés y sobrecarga emocional para su cuidador y la familia encargada del cuidado del paciente.
Es por ello que la visión global y los conocimientos en psicogeriatría, cuidados paliativos y rehabilitación del médico especializado en geriatría, lo hacen el indicado y que puede ser de gran ayuda para este tipo de pacientes y sus familias. Con la ayuda, además, de un equipo multidisciplinar: enfermería, fisioterapeuta o terapia ocupacional, trabajo social, psicología, que se encarguen de elaborar planes conjuntos e individualizados, para un tratamiento efectivo.
En el campo de la geriatría se están observando avances que han permitido la proliferación de programas de intervención cuyo objetivo es la estimulación cognitiva en personas con enfermedad de Alzheimer, para mejorar su calidad de vida y ralentizar su deterioro. Esta enfermedad afecta todos los ámbitos de la vida de los pacientes, su entorno familiar, las actividades físicas, las actividades de la vida diaria, sus relaciones personales, etc. En la medida en que, todas estas actividades, tienen algún grado de implicación en el deterioro de las áreas cognitivas, funcionales y conductuales.
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