Seguramente a lo largo de tu carrera te has topado con más de un paciente insatisfecho con las cicatrices resultantes de alguna intervención quirúrgica a la que haya sido sometido, pues aún cuando muchos médicos se preocupan por reducir al mínimo las evidencias de su intervención, esto resulta inevitable en muchas ocasiones. Ante tal problemática es que una joven canadiense ha encontrado una gran oportunidad de negocio, los “tatuajes paramédicos”.
Cuando tenía tan solo dos años de edad Basma Hameed fue víctima de un descuido por parte de su hermano, quien tras tropezar con un sartén dejó caer el contenido del mismo (aceite hirviendo) sobre el rostro de su hermana, causándole heridas de consideración, mismas que no pudieron ser borradas pese a las constantes intervenciones reconstructivas a las que fue sometida.
Ante tal situación fue que la joven decidió recurrir al arte del tatuaje para cubrir sus cicatrices siendo ella misma su primer sujeto de prueba, pese a las recomendaciones de los médicos, quienes insistían en que el color cambiaría con el paso del tiempo, además que sería poco probable que el tejido cicatrizado aceptará por completo el color.
De cualquier modo Basma continúo con su idea, logrando “borrar” las cicatrices de su rostro, creando de paso una forma de ayudar a otras personas en una situación similar a la suya y encontrando una nueva forma de ganarse la vida instalando una clínica en Toronto.
El éxito de los “tatuajes paramédicos” de Basma ha sido tal que recientemente abrió una segunda clínica en Los Ángeles, California, además de tener planes para expandirse a Londres y Dubai, lugares donde sus servicios son altamente requeridos.
Sin lugar a dudas una técnica que si bien parece arriesgada, hasta el momento no ha mostrado fallas y por el contrario ha ayudado a muchas personas a recobrar la confianza que perdieron ya sea por una intervención quirúrgica, un accidente o una marca de nacimiento.