La mayoría de las innovaciones médicas siempre se desarrollan en países avanzados e industrializados pero no se puede generalizar. En el resto del planeta también existen personas con talento y creatividad para atender diversas enfermedades. El ejemplo más claro se puede observar con un equipo de investigadores mexicanos que desarrolló un nuevo tratamiento contra el cáncer cerebral.
En este caso no sólo se trata de una investigación sino una patente que obtuvieron la Dra. Alba Adriana Vallejo Cardona, el Dr. Miguel Juan Beltrán García y el Mtro. Esteban Beltrán Gracia.
¿En qué consiste el nuevo tratamiento contra el cáncer cerebral?
El desarrollo se basa en el uso de nanoeritrosomas, pequeñas vesículas derivadas de eritrocitos (glóbulos rojos), que actúan como un vehículo de transporte para fármacos dirigidos específicamente al glioblastoma, el cual es uno de los tipos de tumores cerebrales más severos que existen.
“En términos sencillos, son como pequeñas bolsitas que circulan en la sangre, cargadas con fármacos dirigidos a las células cancerosas. Gracias a su tamaño nanométrico, estos nanoeritrosomas pueden atravesar la barrera hematoencefálica y llegar directamente al tumor”, explicó el Mtro. Beltrán Gracia.
¿Qué es el glioblastoma?
El glioblastoma es un cáncer cerebral extremadamente invasivo con una expectativa de vida media de 24 a 36 meses.
¿Cuáles son los síntomas iniciales del glioblastoma?
- Dolor de cabeza, sobre todo más intenso durante la mañana.
- Náuseas y vómitos.
- Confusión o deterioro de la función cerebral, como problemas para pensar y comprender información.
- Pérdida de la memoria.
- Cambios en la personalidad o irritabilidad.
- Cambios en la vista, como visión borrosa, visión doble o pérdida de visión periférica.
- Dificultades con el habla.
- Dificultad para mantener el equilibrio o la coordinación.
- Debilidad muscular en la cara, los brazos o las piernas.
- Reducción de la sensibilidad táctil.
- Convulsiones, especialmente en personas que nunca las han tenido.
Actualmente los tratamientos disponibles, como la cirugía y la radioterapia, tienen un alcance limitado. La nueva tecnología podría cambiar este panorama al ofrecer un tratamiento más preciso y menos invasivo.
“No es una solución definitiva, pero sí un paso importante hacia un tratamiento más efectivo,” afirmó la Dra. Vallejo Cardona.
En cuanto a la viabilidad del tratamiento, los investigadores destacan que el proceso ha sido optimizado para ser eficiente y accesible.
¿Cuáles son las ventajas sobre los tratamientos convencionales?
Comparados con tratamientos convencionales como los liposomas y la quimioterapia, los nanoeritrosomas ofrecen una ventaja clave. Su membrana conserva su plasticidad, lo que permite una mejor navegación por el torrente sanguíneo y un traspaso más eficiente de la barrera hematoencefálica.
Además los investigadores diseñaron un mecanismo para hacer que estas vesículas sean selectivas. Lo que hicieron fue añadir anticuerpos que permiten que sólo sean absorbidas por las células cancerosas.
Uno de los mayores desafíos en el desarrollo de esta tecnología fue la obtención de membranas estables.
“Para generar estas pequeñas bolsitas, utilizamos fuerzas G muy fuertes, lo que puede afectar su estabilidad estructural si no se manejan correctamente,” mencionó el Mtro. Esteban Beltrán.
Además, descubrieron que la tipificación sanguínea se mantenía, lo que les permitió enfocar el tratamiento de manera personalizada.
¿Cómo se consiguió el nuevo tratamiento contra el cáncer cerebral?
La colaboración entre el Centro de Investigación y Asistencia en Tecnología del Estados de Jalisco (CIATEJ) y la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG) fue fundamental para este logro. Mientras que la UAG aportó su experiencia en identificación y caracterización de proteínas, el CIATEJ brindó su infraestructura para el análisis de nanovesículas.
El proceso de obtención de la patente tomó 10 años y representa un logro significativo para la comunidad científica y médica.
Este avance abre nuevas posibilidades en el campo de la biotecnología médica y podría convertirse en una herramienta clave para mejorar la calidad de vida de los pacientes con glioblastoma en el futuro.