En los últimos años, se ha observado un aumento alarmante en el número de cirugías innecesarias en México, particularmente entre pacientes con seguros de gastos médicos mayores (SGMM). Quienes alguna vez hemos caído en alguna Sala de Urgencias de hospital privado sabemos que una pregunta inicial al ingresar es si uno cuenta con SGMM.
Detrás de esta situación se encuentran prácticas abusivas por parte de algunos profesionales de la salud y hospitales, quienes ven en estos seguros una oportunidad de negocio a costa del bienestar de los pacientes.
De hecho, hace poco una estimada oftalmóloga a quien conozco y me atiende desde hace dos décadas, me confesó que la Torre Médica donde ella da su consulta le exige un determinado número de pacientes para el hospital adjunto de las calles de la Colonia Roma. De no ser así, el nosocomio le puede retirar su consultorio, como le ha ocurrido a otros colegas.
Esa sola mala práctica pone en grave riesgo a los pacientes. Esta tendencia representa una grave falta de ética médica, ya que someter a un paciente a una intervención quirúrgica innecesaria no solo genera costos injustificados, sino que también expone al individuo a riesgos como infecciones, complicaciones anestésicas, e incluso, secuelas permanentes. ¿Cuántas veces escuchamos casos de “cirugías preventivas” o procedimientos que, al ser analizados con una segunda opinión, resultan ser prescindibles?
Un caso real de mala práctica médica
A mi esposa le ocurrió esto el año pasado y a mi hijo menor, Misael, en su nacimiento hace 10 años. Ella llegó al hospital cercano a la Torre Mitikah, porque se sintió mal estando en el cine, le dolía la región torácica. Entró a Urgencias, nos preguntaron si contábamos con SGMM (del banco del ingeniero Carlos Slim), a lo cual accedimos.
De inicio, a ella le hicieron algunas valoraciones y estudios médicos, incluso un electrocardiograma, pero en cuanto llegó el médico de guardia, el médico cirujano Ernesto G, le dijo que tenía que operarla, que era el apéndice, lo que nos sorprendió porque el dolor no era en esa zona, pero él dijo que ese dolor “se irradia”. La programaron para cirugía más tarde, la operaron, pero la molestia y aflicción continuó.
Pasaron los días en dicho hospital, le dieron seguimiento, le hicieron más estudios, hasta que el “brillante” médico llegó a la conclusión de que también estaba afectada la vesícula biliar, así que también habría que operarla de eso, a pesar de que no tenía piedras ni nada parecido. Un gastroenterólogo de nuestras confianzas, en consulta telefónica, nos dijo que no veía por qué tenían que hacerle una segunda operación, pero estaba fuera de México y no podía ir a verla al hospital, así que el procedimiento se realizó, pero el dolor no solo continuó, sino que ella estuvo a punto de perder la vida por la anestesia aplicada, lo cual lo supimos a su regreso del quirófano.
Para acortar la historia, cuando le realizaron una laparoscopia se dieron cuenta de que ella tenía dos úlceras gástricas y que de ahí provenía la aflicción recurrente y solo ahí empezó el tratamiento correcto que habría evitado dos cirugías y un montón de situaciones graves.
Una semana después del alta médica, cuando visitamos al cirujano le pedimos cuentas sobre lo ocurrido y solo nos dijo con un cinismo impresionante: “No vayan a pensar que solo quería hacer negocio y pagar mis tarjetas de crédito” y nos mostró los resultados de patología, donde dice que en efecto ambos órganos estaban mal y precisaban de operación. Pero vaya usted a pensar, estimado lector, que hay contubernio entre patólogos y cirujanos, eso no pasa en México… Dice el dicho: “Explicación no pedida culpabilidad manifiesta”…
El caso es que toda esta situación de la salud de mi esposa llevó casi dos semanas en ese conocido hospital y tanto la estancia, como las cirugías, los estudios médicos, las consultas y demás, tuvo un costo de casi 300 mil pesos, con un deducible de más de 30 mil pesos, para quien dude de que esto está pasando cada vez con más frecuencia en nuestro país.
Incentivo económico detrás del bisturí
El problema radica en la falta de regulación y en el incentivo económico que acompaña estas prácticas. Las aseguradoras, aunque realizan auditorías, no siempre logran detectar abusos a tiempo. En algunos casos, existen complicidades entre médicos y hospitales que inflan diagnósticos para justificar intervenciones quirúrgicas costosas.
Por ejemplo, condiciones como hernias, problemas ortopédicos menores o supuestas “lesiones crónicas” suelen ser motivo de recomendaciones quirúrgicas sin explorar primero tratamientos conservadores. El paciente, confiado en el criterio del profesional, acepta la cirugía sin cuestionar si realmente es la única solución.
El costo para el paciente: salud y economía en juego
La salud del paciente, en teoría debe ser siempre la prioridad. Sin embargo, cuando priman intereses económicos, el bienestar del individuo queda relegado. Someterse a una cirugía innecesaria no solo conlleva riesgos físicos, sino también psicológicos y económicos. Aún con SGMM, los deducibles y coaseguros pueden representar un golpe financiero importante, como el mencionado en párrafos anteriores.
Además, la recuperación de una cirugía innecesaria implica ausencias laborales, gastos adicionales en medicamentos y rehabilitación, y en algunos casos, la pérdida de calidad de vida por complicaciones postoperatorias.
La necesidad de una regulación más estricta
Es imperativo que las autoridades de salud y las aseguradoras trabajen de la mano para establecer mecanismos de control más rigurosos que detecten y sancionen estas malas prácticas. Las auditorías médicas deben fortalecerse y fomentar la transparencia en los diagnósticos.
Por otro lado, los pacientes también deben ser proactivos y buscar siempre una segunda opinión ante un diagnóstico que sugiera una intervención quirúrgica. La información y el empoderamiento del paciente son herramientas clave para evitar abusos.
Ética médica como prioridad
Sin duda, la práctica médica debe regirse por principios éticos donde el bienestar del paciente esté por encima de cualquier incentivo económico. La confianza entre el médico y el paciente es fundamental, pero esta debe basarse en la honestidad y en un compromiso genuino con la salud.
Es momento de poner freno a las cirugías innecesarias que abusan de los SGMM. La salud no es un negocio, y exponer a los pacientes a riesgos quirúrgicos injustificados es una práctica que debe erradicarse de raíz.
El Botiquín
En el sector salud, las relaciones comerciales deben ir más allá de la buena fe: los contratos claros y éticos son esenciales para evitar riesgos operativos y financieros. Un ejemplo es el conflicto entre MD Services y DEGASA, donde la ausencia de acuerdos formales ha generado vulnerabilidad, pérdidas económicas y un impacto negativo en la cadena de suministro de insumos médicos. La situación demuestra que la ética empresarial no solo implica integridad, sino también establecer marcos contractuales que aseguren transparencia y definan responsabilidades.
Jorge Arturo Castillo es licenciado en Ciencias de la Comunicación (CC) y maestro en Relaciones Internacionales (RI) por la FCPyS de la UNAM. Es socio director de Comunicación CM, desde donde edita medios especializados en las industrias farmacéutica, salud, energía y tecnología. Es profesor de periodismo de la carrera de CC, en la UNAM, desde hace más de 27 años. Es generador de contenidos y ha desempeñado diversos cargos periodísticos en los principales medios de comunicación en México, así como algunos internacionales.