El acoso escolar o bullying es un problema social y de salud mental que afecta a niños y adolescentes en todo el mundo y para su combate es muy importante el papel de los médicos. Su impacto se origina en los centros escolares pero se expande fuera de ellos, y sus consecuencias pueden perdurar a lo largo de la vida.
Para explorar el bullying desde una perspectiva médica, la psiquiatra Ana Isabel Sanz creó una guía para saber qué herramientas son fundamentales a la hora de identificar casos en pacientes jóvenes.
3 de cada 10 niños sufren algún tipo de acoso escolar
Con frecuencia, los estudiantes que están viviendo una situación de acoso lo mantienen en silencio. Es común, según la experiencia de la doctora Sanz, que las víctimas se sientan avergonzadas y con escasa confianza en la ayuda que pueden recibir. Ante esta ocultación, la exploración comprensiva y atenta de un profesional sanitario puede resultar fundamental para desenmascarar lo que puede estar sucediendo.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), aproximadamente el 30% de los niños en todo el mundo informan haber sido víctimas de acoso escolar en algún momento de sus vidas. Esto implica un amplio número de comportamientos, como ataques físicos, burlas e insultos, comentarios hirientes que dañan la imagen de la víctima, o exclusión y aislamiento de las actividades colectivas.
Hay un amplio abanico de manifestaciones de malestar psíquico en estudiantes que sufren bullying
La psiquiatra Ana Isabel Sanz -que atiende y valora pericialmente casos de disfunciones en
la convivencia escolar- destaca la importancia de estar alerta a las señales que pueden indicar que un paciente está experimentando acoso escolar. Algunas de las señales a las que deben prestar atención los médicos incluyen:
Síntomas físicos como dolores de cabeza o molestias digestivas que se agraven por la asistencia a la escuela; cansancio mantenido; malos hábitos y descuido en la alimentación; alteraciones del sueño, pesadillas; lesiones físicas frecuentes sin explicación clara; descuido en el aspecto personal; pérdida reiterada de objetos personales; tendencia brusca al aislamiento, pérdida de amistades y contactos sociales; pérdida de confianza en sí mismo; conductas autodestructivas como huidas de casa, lesiones autoinfligidas o incluso verbalización de intenciones de morir.
El bienestar emocional del alumnado que sufre bullying se ve severamente afectado por alteraciones que abarcan desde la ansiedad hasta la depresión mayor o severa, asociada a ideas suicidas. Estos extremos “aparecen con frecuencia entre los escolares que son o han sido víctimas de acoso por determinados compañeros”, afirma la doctora Sanz, advirtiendo que el riesgo de que aparezca alguna variante de depresión perdura durante largos periodos de tiempo una vez cesado el maltrato, incluso en la edad adulta.
Sin llegar al extremo de gravedad que implican la depresión y el suicidio, el abanico de manifestaciones de malestar psíquico en los estudiantes objeto del acoso resulta amplio y, a veces tan sutil, que puede pasar desapercibido si el profesorado o los padres no se mantienen suficientemente atentos. Otros ejemplos que pueden observarse son: sentimientos de soledad, manifestaciones de tensión, hipervigilancia, ansiedad, temores múltiples, disminución de la motivación, sentimientos y verbalizaciones de infravaloración, disminución de la autoestima, pensamientos y vivencias de culpabilidad y de autodesprecio.
La doctora, que coordina y presta asistencia en el Instituto Psiquiátrico Ipsias subraya además que “no conviene olvidar la elevada frecuencia con que los jóvenes víctimas de acoso escolar desarrollan trastorno de estrés postraumático, una alteración en la que se mezclan señales de hiperactivación ansiosa mantenida, rememoración reiterada de los hechos origen de un extremo sufrimiento mezclado con conductas de evitación de cualquier señal que recuerde el trauma experimentado, así como con un embotamiento de las reacciones emocionales y los procesos cognitivos”.
Herramientas para la intervención médica en casos de acoso escolar
Cuando un médico sospecha que un paciente está siendo víctima de bullying, es esencial actuar con empatía y cuidado. La psiquiatra Ana Isabel Sanz sugiere algunas herramientas y estrategias para abordar esta situación:
- Promover la detección temprana y una intervención eficaz. Para ello, los médicos pueden servirse de preguntas de evaluación durante los exámenes de bienestar y las visitas de los pacientes, a fin de evaluar la naturaleza de las interacciones del niño o adolescente con sus compañeros y la posible exposición al acoso escolar.
- Considerar el acoso como posible explicación de que aparezcan bruscamente fobias escolares, problemas de atención, o afecciones psicosomáticas.
- Realizar una supervisión periódica e intervenir con rapidez si los factores de riesgo son evidentes para los niños que acosan y aquellos que son víctimas del acoso escolar, prestando especial atención a las poblaciones que están en mayor riesgo.
- Contribuir a la capacitación y la educación continua del personal sanitario, de los docentes y del alumnado sobre estrategias de prevención del acoso escolar mediante acciones programadas en los centros de formación sanitaria, en las escuelas y en diversas intervenciones en reuniones, jornadas y planes de sensibilización comunitarios.
- Fomentar la aplicación de las políticas y prácticas contra el acoso escolar en las organizaciones profesionales, escuelas locales y grupos comunitarios para disipar los malentendidos e instrucciones erróneas en las estrategias de prevención del acoso escolar. Por ejemplo, explica la doctora sobre este último punto, “frente a las medidas excesivamente punitivas, se recomienda promover sanciones escalonadas para las violaciones de las reglas, las cuales son apropiadas para el nivel de desarrollo del menor y la naturaleza y gravedad del acoso escolar”.
- Asociarse con las escuelas para implementar los programas integrales de prevención del acoso escolar.
- Ayudar a evaluar el impacto de las intervenciones locales y defender la investigación de calidad a nivel nacional.
Además, en el entorno y en la familia hay formas de ayudar a las víctimas de bullying a recuperarse. Como soluciones si alguien cercano ha sufrido o está sufriendo acoso escolar, la doctora destaca que no caigamos en los tópicos sobre que el acoso forma parte de la interacción habitual de los menores o que vivir esas experiencias traumáticas refuerza el carácter. “Eso no es cierto y lo correcto es adoptar una postura dialogante y constructiva una vez se ha establecido que existe el acoso, evitando tanto el silencio sobre ello como las actitudes sobreprotectoras”
También puede ser muy útil participar en grupos de apoyo en el que interactúen menores victimizadas con pares que han sido observadores o agresores, practicando técnicas de dramatización y cambio de roles.
En la recuperación, además de la ayuda médica, es importante proporcionar estrategias para identificar, nombrar y dar salida a emociones de ira, vergüenza o autoinculpación. Para lograrlo, añade la doctora Sanz, “puede ser útil la utilización de técnicas de meditación que ayudan a conectar -física y no solo mentalmente-con las reacciones emocionales que se experimentan, aprendiendo a sentirlas sin juzgarlas, hasta que lleguen a disminuir de intensidad”, así puede ir desapareciendo el potencial de esas emociones de seguir produciendo temor en las víctimas.
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