- De acuerdo con el INEGI, durante el 2020 se registraron 90,603 casos de tumores malignos en México.
- El cordoma cervical es un tumor tan raro que es la primera ocasión que se diagnostica dentro del ISSSTE en los últimos 25 años.
- Un equipo de oncólogos y neurocirujanos retiró el 90% de la tumoración para recuperar la movilidad en extremidades del paciente.
Gracias al trabajo interdisciplinario el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) logró una hazaña de grandes dimensiones. Todo parte del oportuno diagnóstico y atención de un tumor raro de muy baja incidencia. Mientras que a través de la correcta preparación del personal se logró ofrecer una atención integral al paciente que ahora se recupera de forma satisfactoria.
¿Qué ocurrió?
El hecho pocas veces visto ocurrió en el Centro Médico Nacional (CMN) “20 de Noviembre” de la CDMX. Con una exitosa operación de alta complejidad, cirujanos oncólogos y neurocirujanos liberaron de daño medular y riesgo cerebral irreversible a un joven de 31 años diagnosticado con un cordoma cervical. Es una neoplasia tan rara que es la primera ocasión en 25 años que se registra dentro del Instituto.
“El tumor me estaba limitando la movilidad de manos y pies, empecé a perder sensibilidad del lado derecho, e incluso de los músculos de la respiración, lo que me provocaba dificultad para respirar. Me la pasaba postrado en silla de ruedas y para levantarme tenía que ayudarme de un bastón,” compartió el paciente Víctor Alan Cabrera Sánchez, trabajador del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Al respecto, el director general del ISSSTE, Pedro Zenteno Santaella, felicitó y exaltó la labor del equipo multidisciplinario de especialistas que participaron en este caso. Juntando la tecnología, el recurso humano con experiencia, atención multidisciplinaria y con humanismo se logra este tipo de resultados centrados en el mayor beneficio en la salud, como es el caso de Alan, a quien se rescató de una condición de deterioro progresivo.
“Con ayuda de los oncólogos quirúrgicos que nos hicieron el abordaje del tumor el 3 de julio pasado, el equipo de neurocirugía de este nosocomio realizamos el procedimiento de alta especialidad y logramos retirar hasta 90 por ciento de la lesión, con lo cual conseguimos descomprimir la médula espinal y los nervios que tenía atrapados, obteniendo una recuperación funcional del paciente a las 24 horas posteriores, y se ha ido incrementando hasta hoy”, informó el neurocirujano y líder del procedimiento, Cuauhtémoc Gil Ortiz-Mejía.
Por su parte, el paciente llegó al CMN con el diagnóstico de cordoma cervical tras una cirugía previa realizada en el Hospital General Tláhuac. En primera instancia le colocaron una caja de titanio para sostener las vértebras dañadas y en ese momento decidieron no intervenir el tumor debido al riesgo de lesionar estructuras cerebrales comprometidas. Desafortunadamente, éste siguió creciendo, causando complicaciones.
“Debemos decirlo, lo más peligroso de esta cirugía, aparte de la complejidad de quitar el tumor, era evitar el riesgo de que pudiéramos lesionar la arteria vertebral derecha y causar daño medular y cerebral irreversible. Formamos un equipo multidisciplinario con cirujanos oncólogos y neurocirujanos para buscar una alternativa quirúrgica qué ofrecer al joven, quien prácticamente había caído en discapacidad”.
Trabajo realizado durante la operación
Previamente, mediante una resonancia magnética en cortes axiales se identificó que el tumor ya había destruido parte del hueso de las vértebras cervicales 2 y 3 dentro de la caja de titanio. La médula estaba totalmente estrangulada, comprimida y adelgazada.
Entre las tecnologías médicas que se emplearon para la atención estuvieron dos resonancias magnéticas con contraste. Una fue de cortes especiales para delimitar el tamaño del tumor, que fue de cinco centímetros de longitud por cuatro de ancho y tres de grosor, y una de cortes finos para establecer la estrategia de abordaje.
Mientras que durante la cirugía se utilizó un arco en C para ubicar el área de la lesión; un equipo de monitoreo transoperatorio de neurofisiología guiaba para corroborar que el paciente iba recuperando sus funciones conforme se descomprimía la médula. También se usó un microscopio de alta resolución para trabajar con una realidad aumentada del tumor y diferenciar el tejido tumoral de la médula espinal y los nervios, con el fin de no lastimarlos y proteger la arteria vertebral principal.
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