Desde que la Organización Mundial de la Salud decidió decretar la pandemia a causa del SARS-CoV-2, la comunidad científica empezó una carrera contra el tiempo para desarrollar una vacuna, determinar una posible cura o por lo menos hallar tratamientos efectivos contra la forma más grave de la Covid-19.

Aunque ya tenemos la vacuna, el camino aún es largo para lograr conseguir la inmunidad de rebaño que pueda frenar la propagación del virus. Y pese al éxito de las medidas de aislamiento, hemos observado con horror que al flexibilizar las restricciones los casos vuelven a aumentar.

Con la identificación de una nueva cepa más virulenta e igual de mortal que las anteriores en Reino Unido, los médicos británicos han empezado a usar dos fármacos para tratar la artritis reumatoide para tratar a los enfermos graves de Covid-19.

Se estima que la incorporación de los medicamentos antirreumáticos tocilizumab o sarilumab al esquema de tratamiento de pacientes con cuadros de coronavirus grave, podría ayudar a salvar la vida de uno de cada doce pacientes en la unidad de cuidados intensivos.

Tanto la tocilizumab como la sarilumab son bloqueadores de la actividad de la Interleucina-6 que, como sabemos, es un potente señalizador y mediador de la respuesta inmune. Estos fármacos, actúan mediante la inhibición de los receptores de IL-6 y de esta manera disminuyen la inflamación.

Por ello, son bastante eficaces en el tratamiento de artritis reumatoide, artritis idiopática juvenil, síndrome de liberación de citoquina y arteritis de células gigantes. Todas enfermedades autoinmunes e inflamatorias de difícil manejo, que deterioran considerablemente la calidad de vida de los pacientes quienes la padecen.

Los resultados

El potente efecto antiinflamatorio de cualquiera de estos fármacos, en combinación con dexametasona, puede reducir el riesgo de muerte en pacientes con ventilación mecánica hasta el 12%, lo que mejora significativamente las posibilidades de los pacientes a los que sólo se les coloca dexametasona cuya tasa de recuperación está alrededor del 8%.

En vista del inminente colapso del sistema sanitario, el Servicio Nacional de Salud Británico, aprobó el uso de este tratamiento experimental, a pesar de no estar sometidos a revisión de otros expertos ya que los resultados de la investigación respecto a la eficacia de estos fármacos no se ha publicado en ninguna revista médica.

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Así lo expresó el Secretario de Salud y Atención Social, Matt Hancock, quien considera que los resultados observados en los pacientes son otro avance histórico hacia la salida de la pandemia, y que estos nuevos tratamientos de la mano con las vacunas jugarán un papel importante en la derrota del virus.

Una de las principales limitantes en el uso del fármaco, al menos en países no tan favorecidos, es que cada ampolla cuesta entre US$1.000 y US$1.300 por paciente. Sin embargo, tomando en cuenta que la estadía diaria de un paciente en UCI es de US$2.700 por día y la posibilidad invaluable de salvar una vida, es un tratamiento que podría resultar viable.

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