En 1892, un destacado bacteriólogo alemán llamado Richard Pfeiffer cometió un error que tendría un enorme impacto en la pandemia de 1918 y en el siguiente siglo de la medicina.
Las conexiones entre los microorganismos y las enfermedades humanas
A finales del siglo XIX, los científicos habían empezado a establecer conexiones entre los microorganismos y las enfermedades humanas. Pero nadie había vinculado de forma convincente un patógeno específico con la gripe, que por aquel entonces era básicamente un término que englobaba un conjunto de síntomas respiratorios infecciosos que habían recorrido las poblaciones durante milenios.
Para resolver el misterio, Pfeiffer examinó el esputo de 31 pacientes que habían muerto en la pandemia de gripe de 1889-90. La cual, mató a cerca de un millón de personas en todo el mundo. Fue entonces cuando descubrió un nuevo tipo de bacteria.”
Los bacilos de la gripe aparecen como pequeños bastoncillos”. Informó en el British Medical Journal en enero de 1892, y los encontró exclusivamente en las víctimas de la pandemia. “A la vista de estos resultados, me considero justificado al pronunciar que los bacilos que acabamos de describir son los causantes de la gripe”.
Llamó a la bacteria Bacillus influenzae, pero rápidamente se la conoció como el bacilo de Pfeiffer. Al fin y al cabo, Pfeiffer era jefe de la Sección Científica del Instituto de Enfermedades Infecciosas de Berlín y protegido de Robert Koch, pionero de la microbiología. Su prestigio era tal que la gente no dudaba en creerle.
Así fue 26 años después, en 1918, cuando la gente empezó a morir a un ritmo alarmante por una enfermedad respiratoria infecciosa.
El error de la pandemia de 198: Ahora sabemos que fue un virus de la gripe, y no una bacteria, el causante de la infame pandemia. Pero en 1918 nadie sabía que el virus de la gripe existía. En su lugar, los científicos de la época culparon inicialmente del mortífero azote al bacilo de Pfeiffer.
La historia de Pfeiffer es un potente recordatorio de los retos a los que se enfrentan los científicos
Hoy en día, la historia de Pfeiffer es un potente recordatorio de los retos a los que se enfrentan los científicos cuando surge una nueva amenaza microscópica. Los esfuerzos por establecer la conexión entre la bacteria y la enfermedad. La cual, se extendía rápidamente, dieron lugar a muchas frustraciones y contratiempos, incluidos los múltiples intentos fallidos de desarrollar una vacuna eficaz.
En el verano de 1919, decenas de millones de personas habían muerto en todo el mundo y los científicos seguían sin ponerse de acuerdo sobre qué era exactamente lo que los había matado.
Aun así, el error y sus consecuencias tuvieron un efecto duradero en la ciencia y la medicina. Generando en última instancia nuevas normas para la investigación y el desarrollo de medicamentos, algunas de las cuales siguen vigentes hoy en día.
El trabajo condujo a nuevos tratamientos para otras enfermedades
Los científicos que trabajaron durante la pandemia de 1918 “eran personas muy reflexivas, inteligentes y trabajadoras. Las cuales, hacían todo lo posible, utilizando su base de conocimientos y su tecnología”, dice Jeffrey Taubenberger, jefe de patogénesis y evolución viral del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID) de Estados Unidos.
El trabajo condujo a nuevos tratamientos para otras enfermedades, aceleró la formación de instituciones nacionales y mundiales de salud pública y nos dejó mejor preparados para hacer frente a las pandemias modernas, incluida la COVID-19.
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