El problema de la violencia en contra del personal de salud no es nuevo; en 2003, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó guías para atenderla en respuesta a las estrategias aplicadas en Reino Unido, Estados Unido, Suecia y Australia.
Lo pandemia no inició la violencia, la hizo más cruda. Esto despertó el interés de la población. No es un fenómeno local, el portal de noticias Medscape publicó en abril 2020 una columna titulada “Crisis exposes residente abuse” en la que narran los abusos a los que son expuestos los residentes en los Estados Unidos durante la pandemia. También, el Foro Internacional de Medicina Interna publicó un artículo —en el cual tuve el privilegio de participar—, en el que se describe que los ataques al personal de salud durante la pandemia aumentaron en toda Latinoamérica.
El 11 de marzo 2020, la OMS declaró la pandemia con relación al virus SARS-CoV-2 y tiró la cortina que tapaba los grandes abusos que se toleraban dentro de nuestro sistema de salud, entre ellos la violencia en contra de los trabajadores. Desde antes, el sistema de salud era autoritario, violento y no mostraba mucho interés en su personal; durante la pandemia esto quedó de manifiesto y la sociedad y los medios de comunicación voltearon a ver un problema con el que llevamos luchando por años.
En México, antes de la pandemia, el doctor Roberto Castro de la UNAM nos advirtió durante años de la violencia dentro del campo médico y la mayoría prefirió ignorar o minimizar el problema. Para entender un poco más la violencia dentro del campo médico les recomiendo buscar sus publicaciones.
Una clasificación de la violencia en el campo médico la divide en dos grandes subtipos: la violencia interna (la que se da entre los actores dentro del sistema de salud) y la violencia externa (la que viene de personas ajenas al sistema). En tiempos de COVID florecieron los dos tipos de violencia. Al personal de salud lo atacaron personas externas: los familiares, pacientes, autoridades sanitarias, medios de comunicación y, por supuesto, existió mucha violencia entre los integrantes del gremio médico y el resto del personal de salud.
La pandemia comenzó con un acto de violencia en contra de un médico. En diciembre de 2019, el doctor Li Wenliang alertó a otros sobre un brote de casos de probable SARS en China; en febrero de 2020 falleció por complicaciones de COVID-19; durante esos meses sufrió acoso por parte de las autoridades locales por supuestamente esparcir rumores falsos. El doctor Li Wenliang fue uno de los primeros héroes de la pandemia y uno de los primeros trabajadores de la salud víctima de violencia por motivo de la pandemia.
El 18 de marzo de 2020, la Secretaría de Salud informa de la primera muerte por COVID-19 en México y la sociedad mexicana, llena de curiosidad y miedo, volteó a ver a nuestro sistema de salud, el cual, se encontraba saqueado y en ruinas. El 30 de marzo, por acuerdo del Consejo de Salubridad General se declara la emergencia sanitaria.
Para el 31 de marzo de 2020 tenemos reportados en medios de comunicación los primeros casos graves de violencia externa; algunas personas amagaron con quemar el hospital doctor Ángel Ventura Neri en Morelos si admitía pacientes COVID. El 6 de abril, algunos pobladores quemaron parte de un hospital en Nuevo León por atender pacientes COVID. Los ataques en contra de los hospitales y centros de salud serán una constante durante la pandemia; más adelante, el presidente tendrá que pedir a la Guardia Nacional y las fuerzas de seguridad del Estado que resguarden las unidades médicas para evitar este tipo de situaciones.
En esas mismas fechas comenzaron los ataquen en contra del personal de salud en las calles. Ataques que se gestaban en el miedo, pero también en los perjuicios y discriminación. El 31 de marzo de 2020 se reportaba la nota de que en Jalisco habían atacado a una enfermera en el transporte público y, en Mérida, a otra enfermera los pasajeros de una unidad de transporte público la bajaron al grito de ¡Que la bajen! Las cosas apenas comenzaban y los ataques no sólo no iban a detenerse, sino que irían empeorando poco a poco. En esos días, hablando con una doctora, me dijo que tuvo que mandar a sus hijos a vivir a otro estado, porque en la puerta de su casa le pusieron una nota que decía que si alguien se moría por ahí de COVID, los siguientes en morir iban a ser sus hijos.
En abril se reportó el homicidio de tres médicos del IMSS de Morelos y continuaron los ataques con cloro en diversos puntos del país.
Todos estos sucesos pueden clasificarse como eventos de violencia externa, ya que el personal de salud fue agredido por personas ajenas al sistema de salud y, en muchos casos, vemos datos claros de discriminación debido a que los ataques no eran en contra de la persona en particular, sino por su condición de trabajador de la salud. Estos actos son muy difíciles de frenar, porque pueden presentarse en cualquier lugar; la mejor estrategia para evitarlos es evitar utilizar uniformes o distintivos que identifiquen a la gente como personal de salud durante sus traslados.
Pero los ataques no sólo veían de la población general. Un medio de comunicación (abril 2020) presentó una noticia en que calificaba como traidores a 12 médicos que habían promovido amparos ante la pandemia para no trabajar sin equipo de protección padeciendo factores de riesgo. El medio de comunicación incluso mostraba sus fotos y nombres. Resulta increíble que a algunas personas no les queda claro que el juicio de amparo es una herramienta para garantizar los derechos humanos, nadie puede ser catalogado como “traidor” por tramitar un amparo. ¡Es un derecho!
La violencia continuó en aumento y del cloro pasamos a los golpes, el 9 de abril se reportó que a un trabajador de la salud lo habían golpeado los familiares de un paciente que falleció de COVID. Tristemente, no sería la última vez que sucedería.
Con relación a la violencia interna, esta también fue reportada de manera reiterada en los medios nacionales. Desde un artículo que hablaba de que algunas enfermeras en Monclova les habían pedido no usar cubrebocas, hasta la destitución de un directivo en un hospital de Mexicali que se contagió de COVID y no lo notificó oficialmente.
Al inicio de la pandemia hacían falta equipos de protección. El Excelsior publicó que los médicos gastaban hasta 10 mil pesos en equipo de protección e incluso gastaban el 50% de su salario en equipo. El Universal publicó una nota similar y puso el monto en 20 mil pesos. Esto es violencia, porque los patrones deben de garantizar el material de trabajo y, lo más honesto y decente, hubiera sido que las instituciones de salud reembolsaran a sus médicos los gastos si conseguían sus equipos de protección por fuera. Recordemos que al inicio de la pandemia era muy difícil conseguir cubrebocas y otros insumos. Por desgracia, honestidad y decencia son raras en nuestras autoridades de salud.
Todos estos eventos se deben de entender como violencia interna hegemónica, ya que la autoridad debería de respetar y garantizar la integridad, los derechos humanos y laborales de los trabajadores.
Algunos trabajadores comenzaron a reportar represalias por parte de las autoridades de sus hospitales por exigir medidas de protección. Los bloqueos de vialidades por personal sanitario se convirtieron en rutina en todo el país. También las amenazas, los despidos ilegales y los amparos. El problema es que en muchas ocasiones las juntas de conciliación y los tribunales se encontraban cerrados, por lo que era muy difícil defender al personal despedido ilegalmente, además, de que los trabajadores de la salud le tienen pánico a sus autoridades.
Los secretarios de salud de algunas entidades evidenciaron su carácter autoritario y su desconocimiento de la ley. El Secretario de Salud de Sonora pidió a los estudiantes de medicina de ciclos clínicos “asegurarse que es su vocación” y atender pacientes COVID. Al doctor nadie le explicó que la NOM sobre ciclos clínicos menciona que los estudiantes deben realizarán las actividades contenidas en los programas académicos y operativos, sin sustituir en sus funciones al personal institucional. Por su parte, el Secretario de Salud de Chiapas dijo que el personal de salud cumpla o gane dinero vendiendo tacos. Una ofensa tanto para el personal de salud como para los vendedores de tacos; quienes, son un objetivo frecuente de comentarios prejuiciosos y clasistas, pero en ocasiones son más prósperos que el gremio médico.
Posteriormente se suceden una serie de eventos muy importantes.
- 1. 1 de mayo de 2020: En el Hospital de las América en Ecatepec, un grupo de familiares entran a la fuerza para ver a su paciente y lo descubren muerto. En los medios y las redes sociales hablaban de la ignorancia de la gente que había hecho esto, pero en realidad, si analizamos las publicaciones internacionales sobre violencia en el campo de la salud, nos damos cuenta que se encontraban todos los focos rojos: era de noche, en una zona muy poblada, con cambio de turno reciente, poco personal, poca vigilancia, saturación hospitalaria y poca comunicación entre el personal y los familiares. Lo que pasó en ese hospital fue algo que se pudo prevenir, pero por años el sistema de salud estaba abandonado y la pandemia lo llevó al límite. Lo increíble no es lo que sucedió ese día, sino que no sucediera con más frecuencia.
- 2. 8 de mayo de 2020: El presidente dice que los médicos sólo buscan enriquecerse, que durante el “periodo neoliberal” algunos eran “mercantilistas”. El gremio médico contestó con indignación y por medio de sus diferentes asociaciones y sociedades solicitaron una disculpa pública. El daño ya estaba hecho y hasta el día de hoy, muchas personas citan al presidente para atacar al gremio.
- 3. 19 de mayo.2020: Rescatan a 14 trabajadores de la salud secuestradas en la CDMX. Este fue un caso impactante y difícil de creer, un grupo de enfermeras y enfermeros fueron secuestrados virtualmente, es decir, mientras se encontraban en dos hoteles de la CDMX, un grupo criminal hacía llamadas de extorción a sus familiares con la amenaza de que los tenían secuestrados. Resulta que el personal venía, en su mayoría, de Nuevo León a ayudar a las labores sanitarias en la ciudad.
- 4. El 18 de junio, El Financiero publicó una nota en donde mencionaba que el 94% de las agresiones a los médicos quedan impunes. En dicha nota, sólo se hace referencia a la violencia externa, pero con relación a la violencia interna, el porcentaje, me parece, es mayor.
Apenas íbamos en junio, la pandemia llevaba cuatro meses en México y la violencia en contra del personal de salud era innegable, constante y provenía de muchas partes; los trabajadores eran atacados por la población que los rociaba con cloro, los golpeaba y quemaba los hospitales. Los familiares en ocasiones agredían y llegaron a doblegar a la seguridad en Ecatepec. Se contaban casos de violación y homicidio en contra de personal de salud en plena pandemia. Las autoridades, desde el mismo jefe del ejecutivo, mostraban poca empatía con su labor y los denostaban. Los llamaron mercantilistas, algún medio los llamó traidores, los secretarios de salud estatales demostraron su autoritarismo, poca educación y desconocimiento de la ley y públicamente atacaron a sus médicos. Los casos de médicos amenazados, despedidos o humillados por pedir equipo de protección se contaron por docenas. Mientras tanto, los juzgados cerrados y el país sin impartición de justicia.
La pandemia exhibió un sistema de salud en ruinas, mal administrado y autoritario, en donde las condiciones de pacientes y trabajadores importan muy poco.
En la siguiente entrega voy a continuar analizando la violencia en contra del personal de salud durante la pandemia y hablaré de los tres casos más paradigmáticos hasta la fecha.
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