Los mexicanos estamos dispuestos a invertir miles de pesos al año en infinidad de cosas: alcohol, cigarros, ropa, viajes, etc; sin embargo, cuando hablamos de temas de salud, muchos de nosotros nos lo pensamos dos veces antes de realizar cualquier gasto, especialmente cuando dentro de éstos se incluye una visita al médico.
Seguramente no resultará sorpresivo para ningún profesional de la salud descubrir que mi botiquín (o el de cualquiera de nosotros) está repleto de medicamentos que ninguno de sus colegas prescribió jamás, medicinas que a lo largo de los años hemos acumulado ante casos de gripe, diarrea, gastritis, jaqueca o cualquier otra de esas “molestias” que consideramos comunes.
Probablemente (más bien, seguramente) el automedicarnos no sea lo más correcto; sin embargo, es una práctica sumamente común entre todos y cada uno de nosotros (no me digan que no), pues desafortunadamente (en este caso) los humanos contamos con la habilidad de aprender y aún cuando adquirir conocimientos médicos no sea tan sencillo como entender que el fuego quema, generalmente optamos por poner a prueba los conocimientos que hemos aprendido de enfermedades anteriores, después de todo ¿por qué habría de pagar una consulta donde el médico me dirá algo que ya sé y me recetará lo que ya sé que tengo que tomar?
Cabe destacar que dicho problema ha disminuido con la aparición de los consultorios económicos (sí, esos que encontramos pegados a cada farmacia), pues casi todos tienen la posibilidad de desembolsar los 50 pesos que cuesta la consulta y no los 500 o mil pesos que nos cobrará cualquier otro médico por acudir a su consultorio (y a los cuales hay que sumar los medicamentos).
Por triste que parezca ésa es la realidad detrás de la mayoría de los mexicanos que no acostumbramos acudir al médico, obviamente existen muchos riesgos al poner nuestra salud en nuestras manos (especialmente ante tantas enfermedades que presentan cuadros sintomáticos similares)… pero al menos nos ahorraremos unos cuantos pesos.
Obviamente el aprendizaje empírico y la automedicación no son las únicas dos actividades que nos alejan de los consultorios médicos, también existen otros temas como los malos diagnósticos o el “todo está bien”, pero ya los abordaremos en otra ocasión.