A lo largo del año se llevan a cabo diversas fechas que tienen relación con el campo de la salud. La mayoría se enfocan en una enfermedad o padecimiento y su objetivo es generar conciencia entre la población para disminuir su mortalidad. Precisamente cada 15 de septiembre se conmemora el Día Mundial del Linfoma y por lo tanto es momento de hablar de este tema tan importante, desde sus síntomas hasta los tratamientos actuales.
Para entender su impacto, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) se detectan alrededor de 735 mil casos cada año. Por su parte, los pacientes que reciben el diagnóstico enfrentan una variedad de desafíos únicos y dependen del apoyo de un equipo de profesionales y conexiones personales a lo largo de su experiencia con el cáncer.
Los tipos más comunes
El linfoma es un tipo de cáncer que se origina en los glóbulos blancos. Existen más de 60 tipos y sólo el 50 por ciento de los mismos son curables. Se presenta con mayor frecuencia en adultos que en niños y las probabilidades de contraer la enfermedad aumentan a partir de los 50 años. Las dos tipos principales son:
- La enfermedad de Hodgkin.
- Linfoma no Hodgkin.
Estas dos clases de linfomas son diferentes en cuanto a cómo se comportan, se propagan y responden al tratamiento, de modo que es importante diferenciarlos. Por lo general se pueden distinguir al observar las células cancerosas con un microscopio o mediante el uso de pruebas sensibles de laboratorio.
En México, el 83 por ciento de quienes padecen linfoma tienen la variante No Hodgkin y el 17 por ciento restante, Hodgkin. Del total, 76 por ciento son menores de 65 años y 24 por ciento, mayores. El 42 por ciento son mujeres y 58 por ciento, hombres.
Factores de riesgo y síntomas
Respecto a las causas que originan este tipo de tumor se ha detectado que al igual que otras neoplasias la exposición a radiaciones y químicos derivados del benceno son factores predisponentes en un porcentaje significativo de pacientes.
Aunque no se tienen factores de riesgo bien establecidos, sí se ha observado una fuerte asociación en pacientes con estados de inmunosupresión previos primarios (inmunodeficiencias congénitas) o secundarios (medicamentos, enfermedades autoinmunes), así como la presencia de algunas infecciones crónicas: helicobacter pylori y algunos virus, entre ellos, de Epstein Barr y el de Inmunodeficiencia Humana (VIH).
15 de septiembre | Día Mundial del #Linfoma
Conoce sus principales síntomas.
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— SALUD México (@SSalud_mx) September 15, 2021
Diagnosticar un linfoma en sus primeras etapas es complicado porque sus síntomas son cansancio, fiebre, inflamación de los ganglios linfáticos y sudoración nocturna. Todo lo anterior suele confundirse fácilmente con enfermedades comunes como la gripe. Aunque también hay señales de alerta como la presencia de un bulto que no duele en el cuello, axilas o ingle. En cualquiera de los casos, ante cualquier molestia lo ideal es acudir de inmediato con un médico. Para el diagnóstico definitivo se requiere necesariamente de una biopsia del ganglio o tumor.
En las últimas décadas se han introducido nuevas técnicas para el tratamiento del linfoma que aumentan la esperanza de vida de las personas, esto ha producido importantes cambios en la actitud de la sociedad. El tratamiento depende del estado del linfoma, pero generalmente la quimioterapia y la radioterapia son el tratamiento de elección.
Equipo médico necesario para cada paciente
Desde el diagnóstico hasta el final de la enfermedad, los pacientes están en contacto con un equipo variado de profesionales de la salud. Los principales son médicos familiares, especialistas, personal de enfermería, psicológos y trabajadores sociales. Entre todos se debe trabajar tanto en la salud física como emocional del paciente para alcanzar su curación
Por otra parte, en nuestro país el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) encabeza a las instituciones que más trasplantes de médula realizan en el país, lo que beneficia a los pacientes con linfoma
Debido a que el linfoma es el cáncer hematológico más frecuente, el diagnóstico oncológico oportuno es fundamental. Lo ideal es que ocurra en el primer y segundo nivel de atención para evitar complicaciones.