Síndrome peligroso se abre paso como resultado de la aparición del COVID-19, que aún después de su tratamiento, sigue golpeando el cuerpo de los pacientes.
Uno de ellos, que si bien es menos agudo que la neumonía pulmonar permanente, pero igual de importante, es el síndrome de fatiga post viral.
Conocido por sus siglas como PIMS, se espera que en los próximos días este síndrome ascienda la curva en 3 o 4 semanas después del actual pico epidémico, especialmente en comunidades donde se dieron más infecciones por el virus.
El síndrome de fatiga postviral se caracteriza por provocar una sensación general de cansancio o agotamiento, especialmente asociadas a algunas infecciones virales.
Sin embargo, en el caso de pacientes que han sufrido el virus del COVID-19, este cansancio puede alterar la funcionalidad y persistir durante semanas.
La opinión de los expertos
La Dra. Solange Rivera, médico especialista, asegura que: “los síntomas pueden persistir en más del 70% de la población a las 3 a 4 semanas de haber tenido COVID y luego este porcentaje va disminuyendo a lo largo de las semanas. Algunos estudios europeos han mostrado que luego de 2 meses, un 50% de los pacientes pueden persistir con fatiga”. La especialista explica que si bien el perfil del segmento más afectado no está claro, los síntomas pueden ocurrir independientemente de la gravedad o de si el paciente requirió o no hospitalización.
Para Gustavo Torres, académico de la carrera de Kinesiología de la Pontificia Universidad Católica:
“La fatiga es una respuesta normal del cuerpo a la lucha contra una infección viral como el COVID-19. Puede alterar el sueño, sentirse inestable al estar de pie, así como afectar su capacidad de concentración y memoria. Asimismo, este cuadro puede acompañarse de dolor de garganta, jaqueca o dolor de cabeza, y dolor muscular o articular inexplicable”.
Una investigación realizada por el British Medical Journal, arrojó que alrededor del 10% de los pacientes que han dado positivo en la prueba del virus del SARS-CoV-2 permanecen enfermos más allá de las tres semanas, y una proporción menor durante meses debido a este síndrome.
Sin embargo, este porcentaje es inferior al citado en muchos estudios observacionales publicados cuyas poblaciones fueron ingresadas a los hospitales y clínicas especializadas.
¿Cuáles son los síntomas?
Los síntomas del síndrome varían ampliamente, pero los más comunes son: tos, fiebre baja y fatiga. Otros síntomas reportados incluyen dificultad para respirar, dolor de pecho, dolores de cabeza, neurocognitivo dificultades, dolores musculares y debilidad, malestar gastrointestinal, erupciones cutáneas, alteración metabólica (como un mal control de la diabetes), enfermedades tromboembólicas y depresión y otras enfermedades mentales.
¿Qué pruebas se requieren para identificarlo?
Para identificarlo, se necesita realizar pruebas de sangre, además de exámenes cuidadosos.
Por ejemplo, algunas pruebas que pueden ayudar son las pruebas de troponina y dímero D, las cuales pueden arrojar un resultado negativo, lo que reduciría la incertidumbre clínica.
Hay que decir que la recuperación después de cualquier enfermedad debilitante grave puede prolongarse. Pero las actividades más importantes para impulsar su recuperación son; levantarse, caminar, subir y bajar escaleras. Aparte de una pauta de ejercicios y un acompañamiento de comida saludable, que con el paso del tiempo, contribuirá a controlar y evitar secuelas a largo plazo.
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