Desde la antigüedad se han utilizado aditamentos naturales para conservar por más tiempo la frescura de los alimentos. Sin embargo, con la industrialización también nacieron aditivos alimentarios extraídos de plantas, animales, minerales o en forma sintética, para conseguir fabricar a gran escala productos poco perecederos, que llenaran los estantes de los grandes supermercados, buscando cubrir las necesidades y exigencias de una sociedad vanguardista y ampliamente consumista.
Preservando los alimentos y la salud
Conservar la inocuidad de los alimentos, ralentizar el deterioro, mantener la calidad nutricional, evitar la contaminación, mejorar la estabilidad y optimizar la presentación del producto, son los objetivos principales de los aromatizantes, preparados a base de enzimas y otros aditivos alimentarios. Que son autorizados y avalados, por las entidades de vigilancia y control alimentaria en el mundo, solo si, existe una necesidad tecnológica inminente. (OMS, 2018)
Así mismo, los fabricantes tienen la obligación de informar a los consumidores por medio de una etiqueta adherida al empaque, la cantidad de ingredientes que contiene su producto. Ya que, si bien, la utilización de la dosis adecuada de aditivo es seguro y no reviste inconveniente alguno. El consumo excesivo puede llegar a producir problemas de salud, especialmente en los niños de edad escolar y adolescentes, que les gustan las golosinas y la comida rápida. (Ashley & Sunelys, 2020)
Alergia y problemas respiratorios como el asma, especialmente en los niños, son las principales consecuencias del consumo excesivo de productos con glutamato monosódico, que es uno de los principales aditivos alimentarios usados para potencializa el sabor de los alimentos. Además, se asocia con la interferencia de liberación de neurotransmisores cerebrales, afectando la conducta y llevando a problemas de mayor gravedad. (Rodriguez, 2004)
Problemas digestivos, flatulencia, diarrea, inflamación y dispepsia, pueden llegar a ser las consecuencias directas de comer en gran cantidad caramelos, chicles y bebidas gaseosas sin azúcar. Ya que, contienen edulcorantes, que cumplen la función de endulzar, humectar y estabilizar el producto. Además, pueden dañar la flora intestinal y convertirse en un riesgo latente de desarrollar diabetes y carcinogénesis.
La hiperactividad infantil, se puede originar por el consumo de alimentos ricos en colorantes sintéticos, utilizados para resaltar el color de los productos y ser más apetitoso a la vista. Los productos de repostería, los helados, las gelatinas y los snacks procesados, tienen colores artificiales que pueden llegar a generar alergias e intoxicar el organismo. Por eso, en muchos países se prohíbe el uso de ciertos colores y como en México se recomienda el uso de la curcumina y clorofila, en vez de los compuestos químicos. (Gobieno México, 2020)
Loa aditivos alimentarios en porciones controladas no implican riesgos conocidos. Sin embargo, el consumo continuo y en grandes cantidades, lleva a desarrollar patologías que pueden ir desde un simple malestar estomacal leve, a graves complicaciones como trastornos psicomotores asociados a colorantes que afectan el sistema nervioso central. Por tanto, los organismos sanitarios recomiendan leer las etiquetas y adquirir alimentos libres de conservantes, en la medida de lo posible. Eligiendo productos menos procesados y más naturales, que beneficien la salud.