En nuestro organismo los ritmos biológicos equivalen a las variaciones temporales de los procesos fisiológicos. Los períodos de estos ritmos oscilan desde milisegundos hasta años. Los ritmos circadianos, tienen períodos fisiológicos de aproximadamente 24 horas, con los que se coordina la actividad temporal de procesos sistemáticos, bioquímicos y el comportamiento de los seres vivos. Los ritmos circadianos se sincronizan mediante factores externos. El ciclo de luz y oscuridad que genera la rotación de la tierra, es el factor natural prevalente; los factores socioculturales del entorno: horarios de alimentación, los horarios de trabajo, entre otros. El ritmo circadiano se adapta a señales predecibles del medio ambiente y prepara al organismo para hacer más óptimos los procesos fisiológicos y en las horas más eficientes del día.
El mundo industrializado y la exposición prolongada a la luz, entre otros muchos factores, se asocia al aumento en el riesgo de problemas para la salud humana. En particular, la proliferación celular; que es uno de los procesos más importantes del cuerpo y que está regulado por el reloj biológico y su alteración tiene repercusiones directas en la regulación del cáncer.
El reloj biológico mantiene autónomamente el ritmo de 24 horas y todas las células del cuerpo forman parte de la maquinaria que mantiene el ritmo y son sincronizadas; por el “reloj maestro” mediante señales hormonales y neuronales. Los genes del reloj en su constante oscilación rítmica; tienen influencia sobre el control de los procesos a nivel molecular, particularmente, sobre los estados del ciclo celular y la reparación del ADN en las células.
Estudios epidemiológicos demuestran la significativa relación entre los eventos que distorsionan los ritmos circadianos y el riesgo de desarrollar cáncer, como lo es la exposición constante a la luz. Estos estudios sugieren que las alteraciones del sistema circadiano; es un factor posible de riesgo no genético que influye en el desarrollo de cáncer de seno y próstata.[1] Teniendo en cuenta que aproximadamente el 30% de los trabajadores realizan turnos en la noche; (sector hospitalario, comunicaciones, transporte, fábricas, etc.). Es importante encontrar la relación existente entre la desincronización de los ritmos circadianos y su incidencia en el cáncer.
Es conocido que la quimioterapia es uno de los procedimientos más efectivos para controlar el cáncer, pero usualmente afectan las células normales del paciente. Por ello se han generado estrategias con miras a contrarrestar los efectos adversos de los medicamentos. Una de estas estrategias es la cronofarmacología, que busca administrar los tratamientos de acuerdo a los ritmos biológicos; buscando el aumento de la tolerancia de los agentes quimioterapéuticos. Ensayos clínicos han demostrado que la administración de medicamentos antineoplásicos a horas específicas trae mayores beneficios al paciente.
Para las últimas décadas el estudio de la cronobiología ha permeado todos los aspectos relacionados con el cuidado de los pacientes; se estudia la variación en los procesos fisiológicos normales; (la secreción de hormonas, la secreción gastrointestinal, el tono vascular, el flujo sanguíneo, etc.), y su posible alteración; como consecuencia de la enfermedad, para los cuidados hospitalarios y paliativos del paciente. Incluso, se propone implementar prácticas clínicas basadas en el cuidado circadiano del paciente.
La teoría sugiere que un mejor entendimiento de las implicaciones que tienen los ritmos circadianos en el cáncer; es esencial en el desarrollo de las estrategias que buscan combatir esta enfermedad.
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