Un alto porcentaje de la información que necesitamos para el cotidiano desarrollo de nuestra vida implica al órgano de la visión. Lo que supone que gran parte de las habilidades que tenemos, de las actividades que desarrollamos y de los conocimientos que adquirimos están basados en información visual. Cuando se goza de una capacidad visual normal o suficiente no se le da el valor que realmente tiene, pero al perderla o verla disminuida es cuando realmente se aprecia.
La visión es el factor central y más representativo en la autonomía y desarrollo de una persona, en especial, durante la infancia. Las diferentes alteraciones y patologías a nivel ocular pueden reducir en diferentes grados la percepción de la información visual necesaria para el bienestar y desempeño de las actividades cotidianas.
La discapacidad visual se mide a través de diversos parámetros, como la capacidad de ver de cerca y de lejos, la agudeza visual y el campo visual, es considerada a partir de su disminución parcial o total.
Así pues, cuando se habla de deficiencia visual o de ceguera se hace referencia a condiciones caracterizadas por la limitación severa o total de las funciones visuales en alguno de estos parámetros de medición. Lo que quiere decir, que se trata de personas que ven absolutamente nada o que, incluso llevando gafas o ayudas ópticas, ven mucho menos de lo normal o tienen que realizar algún esfuerzo para enfocar.
La pérdida en la funcionalidad de la visión se manifiesta en la limitación severa del individuo para llevar a cabo y de forma autónoma las actividades cotidianas, como el desplazamiento. Por otro lado, se generan restricciones para el acceso y la participación de estas personas en entornos vitales como la educación, el trabajo y el esparcimiento, entre otras; encontrándose además con barreras físicas y arquitectónicas que dificultan sus actividades sociales.
Son muchas las causas que generan la baja visión: causas congénitas, lesiones neurológicas, traumas, enfermedades oculares, por causas nutricionales, incluso, procesos relacionados con la edad.
Es posible conocer el grado de discapacidad visual, en caso de alcanzarlo, mediante pruebas oftalmológicas específicas.
Según la Organización Mundial de la Salud, aproximadamente el 80% de los casos de deficiencia visual se pueden evitar. En la actualidad las intervenciones disponibles para prevenir y tratar enfermedades oculares, son muy eficaces, por ejemplo: con gafas se puede corregir el error de refracción, las cirugías de cataratas pueden restaurar la visión.[1]
En Colombia, son muy pocas las entidades que brindan atención y rehabilitación a personas con baja visión, además, no se cuenta con una adecuada sistematización de la información acerca de los aspectos epidemiológicos de los pacientes con discapacidad visual, que revelen sus causas, la prevalencia, la incidencia, así como características sociodemográficas y clínicas de los pacientes con esta afectación. Conociendo estos aspectos se puede mejorar la atención del paciente, la cobertura y la adaptación social, al mismo tiempo que se intensificarían las investigaciones en materia de salud visual.
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