Aunque no es del todo reconocido, el trabajo de las enfermeras es indispensable dentro de cualquier sistema de salud. Como lo dijo hace poco la Organización Mundial de la Salud (OMS), no son el complemento de los médicos. Sus actividades son distintas pero igual de importantes para lograr la relajación y posterior curación de los pacientes.
Durante la década de los sesenta las enfermeras austriacas Marianne Stöger y Margaritha Pissarek arribaron a Corea del Sur. Su objetivo era auxiliar a las personas afectadas por la Enfermedad de Hanssen. Pese a que no tenían un plan específico del tiempo que estarían, su estadía se prolongó por más de 40 años.
Enfermeras ejemplares
Cuando ambas llegaron al país oriental existían 6 mil personas afectadas. Al momento de su partida se redujo a poco menos de 600. Fue en el 2005 cuando regresaron a su país de origen porque las dos ya eran personas mayores y no querían ser una carga. Pero su retiro estuvo marcado por una total discreción y lleno de humildad. Dejaron una carta de agradecimiento por todo el cariño y respeto que habían recibido.
Ahora, poco más de una década después, la Asociación Coreana de Enfermeras inició una justa campaña. Para reconocer el trabajo de sus colegas y evitar que quede en el olvido, desean que reciban la mayor de las condecoraciones. Su deseo es que las dos enfermeras austriacas sean postuladas para recibir el Premio Nobel de la Paz.
Por lo pronto, las autoridades mundiales analizan la propuesta. Aunque por lo general una enfermera hace su trabajo simplemente par apoyar al paciente, sería un acto de justicia que se lograra al menos la nominación.