La semana pasada compartíamos algunos de los estilos de liderazgo más comunes. Estas estrategias de gestión no son únicamente para los gestores del sector salud. De hecho, también aplican para cualquier otra industria o actividad. Sin embargo, son fundamentales para cualquier nuevo administrador en un negocio u organización médica.
Conocer estos estilos también permite realizar una mejor evaluación del entorno de trabajo. Sin embargo, las 4 estrategias de gestión que presentamos entonces no son las únicas. Existen otras 4, cada una con sus respectivas ventajas y desventajas. Es muy probable que alguna de estas formas de administración pueda ayudarte en tu camino para ejercer un liderazgo efectivo:
Liderazgo laissez-faire
Este término es la expresión francesa para “dejar hacer”. Por ello, se trata de una estrategia más libre y relajada. Los líderes permiten a sus colaboradores encargarse de las tareas conforme ellos lo decidan. Por ello, es increíblemente efectiva cuando se trata de personal muy experimentado o capacitado. Sin embargo, puede tener graves repercusiones sin un monitoreo de estándares.
Liderazgo democrático
También se le conoce como administración participativa. Aquí, los jefes de equipo piden la opinión de sus colaboradores antes de una determinación. No son votaciones, sino retroalimentación. Es muy útil para potenciar la moral y sentido de propósito de las personas, pero tiene desventajas. Principalmente, que no debería usarse en entorno que requieran una rápida toma de decisiones.
Liderazgo burocrático
Aquí, los líderes procuran que cada elemento del equipo siga las reglas y tareas preestablecidas. Es muy útil en entornos muy rígidos o administrativos. Dentro del sector salud suele ser predominante, debido a la naturaleza del servicio. Sin embargo, también deteriora fácilmente la moral del personal. Además, puede afectar la innovación en negocios médicos privados.
Liderazgo carismático
Se trata de un estilo muy influenciado con la personalidad y encanto de la persona al mando. Por lo general, se puede ligar la mera presencia del líder con un mejor desempeño y productividad. Sin embargo, esta es un arma de doble filo. Si el líder no está presente (por despido, renuncia o simplemente, en otra locación geográfica), las tareas tienden a desacelerarse.