Para cada paciente, el dolor es una experiencia distinta. En México, se ha convertido en el principal motivo de consulta entre la población. También es un efecto secundario de muchos tratamientos, terapias y procedimientos médicos. Aunque hay métodos para reducir esta molestia, podrían no ser suficientes para vencer las expectativas subjetivas de las personas.
Así lo afirma una nueva investigación publicada en Nature Human Behavior. El estudio, liderado por la Universidad de Colorado, apunta que el dolor es demasiado subjetivo. Tanto, que los pacientes pueden sentir una molestia excesiva, incluso después de varios estímulos. Esto, porque las expectativas de cada persona pueden incrementar significativamente su intensidad. Tor Wager, autor líder del hallazgo, afirma que se trata de una profecía autocumplida.
Descubrimos que existe un círculo de retroalimentación positiva entre el dolor y la expectativa. Si esperas una molestia más grande, el cerebro responde al estímulo con mayor intensidad. Luego, conforme se percibe esta sensación con más potencia, el paciente espera todavía más.
Las expectativas de dolor se mantienen, incluso tras demostraciones
Wager afirma que ya se ha explorado la profecía autocumplida en otros aspectos. Principalmente, cómo las expectativas de los pacientes afectan el resultado de estudios, pruebas y hasta terapias médicas. Sin embargo, apunta que ésta investigación es la primera que logra modelar su dinámica. En especial, entender los mecanismos neuronales detrás de este fenómeno.
Marieke Jepma, parte del equipo de investigación, apunta que el estudio contó con 34 participantes. A todos se les enseñó varias imágenes de dolor causado por calor. Se les pidió señalar qué tan intenso calificarían cada situación. Posteriormente, se les daba un estímulo en antebrazos o piernas, presuntamente simulando la sensación de cada situación.
Se usaron máquinas de resonancia magnética en los pacientes. A cada participante se le aplicó la misma cantidad de calor en todos los casos. Sin embargo, cuando esperaban una sensación más intensa, los pacientes decían que el estímulo había sido peor. Las imágenes revelaron que las zonas del cerebro relacionadas con el dolor, la amenaza y el miedo se activaban preventivamente y con mayor fuerza en las situaciones que cada uno calificaba como más fuertes.
Incluso después de varias rondas de estímulo, los participantes todavía experimentaban el dolor según sus expectativas. Los investigadores apuntan que estos hallazgos pueden ayudar a mejorar la atención. En específico, explica por qué algunos pacientes no sienten mejoría con ciertas terapias.