Desde 1996 se aplica el horario de verano en nuestro país, medida que desde entonces ha resultado controvertida porque a pesar de que su intensión es aprovechar la luz solar para reducir el consumo de la eléctrica, algunos afirman que en realidad no representan ningún beneficio el adelantar una hora los relojes durante medio año.
Lo cierto es que durante la madrugada del próximo 28 de octubre llegará a su fin el horario de verano y todos los relojes deberán atrasarse una hora, pero lo que sí se ha demostrado es que algo en apariencia tan simple puede provocar diversas afectaciones en la salud de las personas.
Algo a considerar es que la alteración en el reloj biológico incrementa las probabilidades de sufrir trastornos de salud por la alteración del ritmo de vigilia y sueño, lo cual se vuelve más notorio en niños y personas de la tercera edad.
Pese a que no se trata de un peligro mortal, sí existe una modificación en la calidad de vida que lleva implícita una mayor fatiga, malestar gastrointestinal, irritabilidad, disminución de atención, ansiedad, dificultad para conciliar el sueño y una excesiva somnolencia diurna, aspectos que se suelen prolongar durante los días subsecuentes al cambio de horario.
Más allá de la salud
Pero no sólo se trata de cuestiones de salud sino que también se altera la vida de las personas, siendo un caso particular el del Reino Unido, en donde el Servicio Nacional de Salud (NHS) realizó un estudio que mostró que el 5 por ciento de los pacientes que tenían agendada una cita médica para el primer lunes a partir del inicio de cada horario de verano, la pierden o llegan con retraso a causa de esta medida.