¿Quién de nosotros no ha tenido un encuentro con un paciente (de cualquier edad) para el cual, tristemente, no existe nada más que podamos hacer para curar su enfermedad?
Y quién de nosotros no se ha preguntado: ¿pude haber dicho algo que le hubiera hecho sentirse apoyado y validado en un momento tan complicado?
La realidad de las cosas es que lo anterior no es algo que se logre en una sola plática, sino que debe de trabajarse a lo largo de varias conversaciones, mismas que debemos tener cuando nuestro paciente aún se encuentra lúcido y estable (el proverbial “antes que después”), y durante las cuales es menester formular las siguientes preguntas:
- ¿Qué cosas son importantes en tu vida?
- ¿Qué te angustia?
- ¿Quién te apoya y guía cuando tienes que tomar desiciones en cuanto a tu salud?
- ¿Si pudieras escoger entre vivir mas tiempo o tener una mayor calidad de vida, qué escogerías?
- ¿Dónde quieres morir?
Por más complicadas que estas charlas puedan llegar a ser, al evitarlas estamos privando a un ser humano de la oportunidad de decidir, de despedirse bajos sus propios términos y poniendo sus asuntos en orden.
Al final del día, éstos son los momentos que nos acercan más a nuestros pacientes y, sin importar cuál sea el desenlace, que nos permiten otorgarles el derecho a decidir sobre la forma en que terminará su vida. Esto es lo más noble que podemos hacer.
Dra. Josephine Ruiz-Healy