A partir del caso Teva-Rimsa, la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) tuvo que hacerse cargo del análisis de 193 medicamentos para determinar si están apegados tanto a la ley mexicana como a los estándares internacionales, aunque lo que está en juego no sólo es la seguridad del fármaco, también la producción de Teva y la credibilidad de la comisión.
Dirigido por Julio Sánchez y Tépoz, el ente regulador mexicano está analizando uno a uno los medicamentos de Rimsa a través de la Comisión de Control Analítico y Ampliación de Cobertura (CCAYAC), el laboratorio científico de la comisión para tener resultados a finales de 2016 y presentar formalmente la investigación en enero del siguiente año.
No obstante, además de hacer este estudio (que en sí mismo ya constituye un reto), Cofepris tendría que aclarar qué tan eficiente fue su labor como regulador sanitario de México durante los últimos años, pues a muchos no hace sentido que una empresa con casi 50 años de trayectoria como Representaciones e Investigaciones Médicas S.A. (Rimsa nació en 1970) haya operado a sus espaldas sin ser detectada.
Aunque en fechas recientes México se ha colocado a la vanguardia en materia regulatoria en Latinoamérica (baste recordar que hace apenas unos días se informó que Cofepris ocuparía, al lado de la agencia de medicamentos de Australia (TGA), la vicepresidencia de la Coalición Internacional de Autoridades Reguladoras de Medicamentos (ICMRA) para el periodo 2016-2018), queda en tela de juicio la severidad de las verificaciones que realiza el ente regulador mexicano.
En suma, los retos que enfrenta Cofrepris son graves:
- Analizar inmediatamente casi 200 fármacos por posible falsificación de fórmulas.
- Probar la eficacia de su trabajo como regulador sanitario de México.
- Demostrar al mundo que sus estándares de verificación y regulación son severos y de calidad mundial.
En este punto, la Comisión se encuentra en el “ojo del huracán” pues, de resultar cierto que los medicamentos de Rimsa no fueron fabricados correctamente, habría resultado natural que las inconsistencias se detectaran a través de reportes de efectos adversos, lo que lanza una importante pregunta al aire: ¿en México existe adecuada farmacovigilancia?