El médico en formación y sus profesores suelen preocuparse, respectivamente, por aprender y enseñar a prescribir medicinas pero, ¿en qué momento destaca la importancia de saber cómo y cuándo suspenderlas?
Así como se requiere desarrollar habilidades para recetar fármacos, se necesita de una formación especial para detener el tratamiento médico.
En este sentido, vale recordar que todo medicamento tiene potencial para hacer daño, causar efectos indeseables o provocar adicción (recordemos sencillamente a los opiáceos), algo que, con frecuencia, ignora el paciente, de modo que sería ideal que el galeno se ocupara de transmitirlo, por ejemplo, en el caso de los antiácidos que se venden como caramelos en las tiendas.
Por otra parte, hay que agregar el desgaste que representa para hígado y riñones el tener que procesar las medicinas, además de que el uso de varias a la vez aumenta las probabilidades de hospitalizaciones.
Para lidiar con esta problemática conviene al médico recordar cosas que, aunque parecen obvias, suelen olvidarse:
1. Hay que omitir la frase rutinaria “continúe con el tratamiento” y, en su lugar, reflexionar sobe el potencial daño de cada fármaco, ya que se está tratando al paciente, no solamente a una enfermedad.
2. Debe reducirse paulatinamente la dosificación de muchas medicinas antes de retirarlas por completo (como esteroides, antihipertensivos y antidepresivos), algo que los enfermos desconocen y si no se les comunica puede ponerlos en riesgo.
3. Considerar siempre la edad del paciente y condiciones médicas, pues a partir de los 60 años la mayoría suele tomar hasta cinco fármacos paralelamente sin comunicarlo al facultativo.
El médico está habituado a buscar actualización sobre los nuevos medicamentos, nombres genéricos, marcas, advertencias y más pero, por el bien del paciente, resulta igualmente importante dedicar tiempo a vigilar su reacción cuando hay que eliminar el uso de alguna medicina.
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