Durante varios años el médico se prepara para atender a pacientes, pero poco tiempo dedica a desarrollar habilidades empresariales, lo que naturalmente deriva en errores que pueden ser de distintas magnitudes.
No obstante, cuando las fallas son considerables, el médico emprendedor tiene que decidir si dejará que éstas sean una excusa para abandonarlo todo o si se convertirán en historias que inspiren nuevos logros.
Al respecto, especialistas en psicoanálisis han señalado que las mejores lecciones de la vida resultan las más difíciles de entender, ya que requieren de un cambio de actitud, por ello, en esta ocasión presentamos tres errores y aprendizajes que todo médico emprendedor debe incorporar para su éxito profesional:
1. En algún punto perderás el control sobre las cosas
Entre más crece una empresa, sea del campo de la salud o no, las labores, responsabilidades y resultados se diversifican, de modo que una sola persona difícilmente puede conseguir el control deseado sobre cada uno de estos elementos.
No obstante, lo que sí puede hacer el galeno es dominar cómo reacciona a las situaciones, lo que, a su vez, transformará sus fallos en experiencias de aprendizaje.
2. Tu mayor problema siempre está en tu cabeza
Los dogmas que se tienen sobre lo que deben ser, hacer, o parecer las cosas obligan a reprocharnos ciertas elecciones en la vida, sin embargo, esto nos sirve para dos situaciones: compadecernos o enfurecernos por algo que ya pasó, o bien, sentir ansiedad por eventos que aún no ocurren, lo que, indudablemente, lleva a perder de vista lo que podemos hacer en el presente.
3. Jamás serás perfecto
Por la salud del paciente el médico se siente comprometido a no cometer errores, pues estos bien pueden tener consecuencias fatales, pero la realidad es que nadie es infalible, y aunque el galeno invierte años de preparación para reducir los fallos en el tratamiento del enfermo, lo cierto es que, al menos como empresario, resulta más propenso a cometer equivocaciones debido a su inexperiencia.
En este sentido, no puede fijarse como meta la perfección absoluta, primero porque no existe, y en segundo lugar porque todo mundo se equivoca, ya sea en mayor o menor medida, así que en lugar de buscarla como fin, conviene celebrar lo que se ha conseguido para poder seguir adelante con una actitud benéfica.
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